miércoles, 23 de mayo de 2012

Complicidades y exclusiones.

En la mañana (21.05.12) asisto a la rueda de prensa donde se presenta una rectificación de la tercera parte de la colección del Reina Sofía, la que Manuel Borja Villel ha llamado ¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido y que, en su formato inicial había excluido las obras de Eduardo Arroyo, Luis Gordillo y Darío Villalba que ahora si se incluyen. Rectificación saludable: es de humanos errar y de sabios rectificar. Y al medio día visito en la Fundación Canal Cómplices del arte español, una colectiva curada por Rafael Doctor, que me ofrece el contraste de unas exclusiones difícilmente justificables y ciertamente irremediables. La exposición, aunque pequeña, tiene pretensiones de muestra representativa del estado actual del arte español, como lo corrobora el hecho de que Doctor haya invitado nada menos que a una nómina de 22 especialistas, integrada por críticos de arte, comisarios, gestores y coleccionistas, que fue la que eligió las obras incluidas. Pero esta nutrida nómina no ha garantizado esta vez la pluralidad. Es cierto que los críticos de arte somos muchos, quizás demasiados, pero se echa en falta que no se hubiera convocado a alguno de los tres más influyentes: Francisco Calvo Serraller, Fernando Castro Flórez o Rosa Olivares. Cierto, no puede descartarse que Doctor los haya invitado y que ellos sin embargo hayan rechazado la invitación. Entre ellos y el intrépido comisario ha habido más de uno de esos rifirrafes que en nuestro mundillo suelen convertirse en rupturas abisales. Pero si la ausencia de algunos de nuestros críticos más prominentes puede excusarse, no puede perdonarse en cambio que falten en esta muestra con pretensiones de representativa artistas como Miquel Barceló, Dora García, Marina Núñez o Bernardí Roig. Y no incluyo a Santiago Sierra, porque ya se que excluirlo es uno de los deportes que practican con mayor asiduidad nuestras instituciones artísticas, empezando por el propio Reina Sofía que sigue aplazando sine die la exposición individual que tiene más que merecida. Podrá pensarse lo que se piense de estos artistas pero resultan imprescindibles a la hora de componer una muestra del arte español contemporáneo que tenga un grado razonable de representatividad. Y la exclusión se hace más sangrante cuando se contrasta con la inclusión de obras tan deleznables como Sphere 5, un cuadro de Adrián Navarro que, como suelen decir los taurinos, no tiene un pase. Tampoco lo tiene Calcinaciones, un cuadro de Jorge Galindo, quién ciertamente ha pintado cuadros mucho mejores que ese. El cuadro de Palazuelo es muy Palazuelo, o sea irremediablemente académico y por lo tanto no ofende a nadie. Y a mí menos. Lo que no se, en cambio, es porque Doctor no intervino como intervino para impedir que Pepe Espaliú estuviera representado por partida doble ni para decirle a Pablo Llorca que quizás no era tan buena idea la de elegir para esta muestra una fotografía anónima de un paisaje danés, que ni fu ni fa. Y aunque me gusta la mega foto de la antigua cárcel de Carabanchel hecha por Primoz Bizjak, me pregunto qué hace en una exposición de arte contemporáneo español. ¿Que ya no estamos para etiquetas nacionalistas? De acuerdo, pero entonces ¿porqué ponérsela a esta expo? Francesc Ruiz quizás lo tiene más claro. Sus galeristas catalanes eligieron para esta ocasión Kiosk Downtown, una instalación que, como su nombre lo indica, consiste en un quiosco o puesto de venta callejera de diarios y revistas en el que todo el material impreso expuesto está escrito en inglés. Como los títulos de tantas y tantas obras de artistas españoles, jóvenes y no tan jóvenes, convencidos de que titulándolas en ese idioma tienen el éxito internacional prácticamente asegurado.

miércoles, 9 de mayo de 2012

La casa vintage y el museo novelado.

Orham Pamuk inaugura en Estambul su Museo de la inocencia y a los pocos días se inaugura en Madrid la exposición Una historia vintage. Y esta coincidencia, puramente casual, resulta sin embargo reveladora porque el contraste entre uno y otro proyecto arroja luz en el debate sobre los museos que entre nosotros alimenta la crisis cada vez más aguda de su financiación pública. Pamuk lo tiene claro: ¨ El objetivo de los grandes museos de financiación estatal (…) es representar al Estado. Este objetivo ni es bueno ni es inocente¨ (El País, 29.04.12). Y también tiene clara la alternativa: ¨ El objetivo de los museos presentes y futuros no debe ser representar al Estado, sino recrear el pasado de los seres humanos singulares¨ por lo cual ¨los recursos que se destinan a museos monumentales y simbólicos deberían derivarse hacia otros más pequeños que cuenten la historia de los individuos¨. Y por ende a ¨apoyar a la gente para que convierta sus propios pequeños hogares en espacios de exhibición¨. Y esta es precisamente la médula del proyecto Vintage: convertir un pequeño hogar en espacio de exhibición. Cierto: la diferencia más notoria entre Vintage y el Museo de la inocencia es la que media entre la vida y la fama de un premio Nobel de literatura - al que acompañaron en la inauguración de su personalísimo museo de Estambul ¨ un centenar de periodistas de las mas distintas procedencias, desde Georgia a Corea¨, según Juan Cruz - y la vida y el anonimato de una viuda habitó hasta su muerte un modesto piso de la calle de Alcalá. Y en el tramo más modesto de esa misma calle madrileña. Pero esta no es la única diferencia. El museo de Pamuk no está, como los más emblemáticos museos europeos, al servicio de lo que podríamos considerar una grandiosa narrativa del género humano, pero no por eso carece de una narrativa prestigiosa formulada de antemano. De hecho los objetos expuestos y su dispositivo escénico documentan la historia del amor contrariado narrada por el escritor turco en la novela homónima y en la que Kemal - el protagonista - va robando de la casa de su amada Füsun los objetos con los que construirá su museo subrepticio. En Vintage falta por el contrario esa narración novelada y lo que hay detrás de lo expuesto es la suma de interpretaciones que una docena de artistas contemporáneos han hecho de las huellas que al cabo de varias décadas dejó en la arquitectura y el mobiliario de su modesto piso de alquiler la viuda desaparecida. Si la épica de la época de los palacios fue reemplazada por la novela en la época de los museos estatales – tal y como afirma Pamuk – la novela ha sido evidentemente reemplazada en Vintage por micro relatos con escasa o nula capacidad de generar públicos masivos como los que son propios de la novela.Pero queda la pregunta de si ahora el Estado, inmerso en su propia crisis, está dispuesto a financiar experiencias que de alguna manera apuntan a su disolución o si, por el contrario, va a mantener la financiación de los museos que lo legitiman con sus grandiosas narrativas. NB. En Una historia vintage intervienen Maria Anwander, Kristofer Ardeña, Angela Cuadra, Julio Fálagan, Nuria Fuster, Marco Godoy, Maria Kracikova, Carlos Martiel, Antonione Renard, Yoshida Shigeki, Marta Soul y Juan Ugalde. El comisario es Daniel Silvo.

martes, 8 de mayo de 2012

Nacho Criado. El dandy eprigramático.

La exposición de Nacho Criado, inaugurada (05.05.12) en los palacios de Cristal y de Velázquez del parque del Retiro de Madrid, ofrece una buena imagen quien fue él como artista. Alguien que desde los años 70 del sigo pasado estuvo muy al tanto de lo que la vanguardia artística hacia fuera de España y a la que se unió desde la distancia apropiándose de sus propuestas y reinterpretándolas imaginativamente. Con agudeza andaluza, si así puede decirse, y con ese humor fino de ¨dandy epigramático ¨ que diría Borges, y que, sin embargo, Fernando Castro Flórez, asocia a un perenne estado depresivo. O por lo menos eso fue lo que entendí en la conversación que Teresa Velázquez y yo mantuvimos con quién fuera uno de los grandes amigos de Nacho, mientras esperábamos el inicio de la rueda de prensa en la que Manolo Borja presentó la exposición. Y aunque no estoy nada seguro de que el humor de Nacho Criado estuviera alimentado por la combustión lenta y soterrada de una depresión sin remedio, si doy fe en cambio de que a él y a Fernando los unió una intensa amistad que no lograron echar a perder ni siquiera los episodios en los que sus opiniones se enfrentaron agriamente. Como sucedió – nos contó Fernando- durante el montaje de una exposición en La Coruña, en la que discreparon por la forma de colocar los dos monitores que acompañan la instalación que Nacho compuso en homenaje a Mantegna y en la que él aparece fotografiado en la misma posición del Cristo yacente en el célebre cuadro del gran pintor italiano. Fernando quería que los monitores miraran al público, mientras que Nacho quería que estuvieran enfrentados. Lo discutieron por días, pero al final se impuso por razones obvias la opinión del artista que, sin embargo, la misma noche de la inauguración se arrepintió y le reconoció a Fernando: ¨tenías razón: los monitores tienen que mirar al público¨. Fernando, por lo demás, se explayó en nuestra conversación exponiendo los datos que certificarían la solidez y la solera de esa amistad. Nos contó que había escrito textos para 81 catálogos dedicados a Nacho Criado, había comisariado 22 exposiciones y escrito ¨ ciento y pico ¨de artículos de prensa dedicados al mismo. La mayor parte de ellos publicados en Diario 16, donde Castro Flórez se inició in illo tempore como crítico de arte, y gracias al beneplácito de César Antonio Molina, quién entonces era el redactor jefe de la sección de cultura de dicho periódico. Fernando también nos rindió un informe cabal de los hábitos del artista andaluz quien, con frecuencia, iniciaba su día desayunando en casa de Fernando y después tomaba el aperitivo a La Venencia - donde se conserva una obra suya - y donde solía reunirse con Chiqui Abril y Jorge Laverón, dos taurinos de pro en el bar por antonomasia de los taurinos madrileños. Nacho probablemente lo fuera, pero no al punto de que se atribuyera el protagonismo de uno los episodios más sonados que tuvieron lugar en ese templo del fino y el jerez. El motivo fue un insólito pase de capote realizado por César Rincón durante la faena de gloria que le mereció la salida en hombros por la puerta grande de Las ventas y que ninguno de los presentes en el corrillo que discutía el extraño pase parecía capaz de descifrar y nombrar. Hasta que inconmensurable sabiduría taurina de Laverón dio con la respuesta: ¨ Fue una talaverana¨, sentenció escuetamente. Estupor entre los presentes que, no teniéndolas todas consigo, consultaron ¨ el Cossío ¨- como suelen llamar los entendidos a esa monumental enciclopedia del toreo. Y efectivamente si, la descripción coincidía: había sido una talaverana. Alguien le atribuyó después la hazaña a Nacho, que estaba presente, pero su verdadero protagonista fue Laverón- precisó Fernando. En las tardes, Nacho iba religiosamente a El Corte Inglés – continuó Fernando su apasionado relato- empleando mucho tiempo en la búsqueda y hallazgo de las prendas de vestir que mejor encajaran con la imagen de sí que quería trasmitir con su indumentaria habitual. Porque la verdad es que Nacho fue un artista sin fortuna, alguien a quien el mercado del arte le negó las recompensas que mereció desde siempre la calidad de su arte, pero no por eso descompuso nunca su figura ni dejó de vestir con ese inteligente descuido con que se visten quienes mejor visten. Lo dicho: un dandy epigramático y quizás melancólico.