miércoles, 16 de julio de 2014

La imagen y el objeto.



 Si Antoni Muntadas encarna el optimismo ante la técnica Daniel Canogar encarna actualmente el pesimismo ante ella. O por lo menos eso pienso después de asistir al diálogo que mantuvieron el lunes pasado (13.07.14) en el marco de la exposición Entre el objeto y la imagen abierta en la Fundación Canal de Madrid para celebrar los 35 años de Metrópolis, el notable magazine cultural de TVE. Muntadas pertenece a la generación que en los 60/70 del siglo pasado que abrazó con entusiasmo por el video y   las posibilidades que ofrecía tanto a la creación artística innovadora como a la crítica o a la  renovación de la cultura hegemónica. De hecho, entre los primeros proyectos de Muntadas figura el proyecto de un canal de televisión local en Cadaqués, inserto en la tendencia de la época a criticar al que ya era el modelo hegemónico de apropiación y uso de la televisión. Mientras Wolf Vostell - ludista de la revolución informática - apostaba por destruirla, Muntadas prefería poner en marcha alternativas democratizadoras a la que ya era su abrumadora centralización. El propio Muntadas reconoció que hoy apenas queda nada de esas esperanzas, en un diálogo que desgraciadamente tendió a empantanarse debido a la falta de reflejos de la presentadora. Pero esta decepción no ha menoscabado su confianza en las nuevas tecnologías, que sigue utilizando con desenvoltura en función de las necesidades específicas de cada uno de sus proyectos. Que para él son procesos destinados finalmente  a la percepción y la información y cuya grado de complejidad es equiparable a la que se dan habitualmente en la arquitectura o en el cine. ¨Yo la he incorporado ¨ dijo para subrayar cuan neutra y profesional es actualmente su relación con las tecnologías generadas por las virulentas exigencias contemporáneas de la información y la comunicación.

Daniel Canogar también fue impactado tempranamente por las nuevas tecnologías aunque lo fuese dos décadas después de que lo fuera Muntadas. Contó que, por razones muy particulares, había podido contar con un cuarto de revelado en su casa, cuando apenas era un niño y que al término de años dedicados a la fotografía recibió de lleno el impacto de la imagen digital y de las enormes posibilidades que trajo consigo. Algo que para él ¨ lo cambió todo¨, porque le permitió librarse del confinamiento o el encierro al que le condenaba la fotografía. Su obra desbordó entonces la imagen bidimensional y se expandió por el espacio en dinámicas y a menudo enmarañadas instalaciones luminosas.  Pronto se interesó sin embargo por esos basureros de la era informática, donde arrojamos cantidades ingentes de ordenadores obsoletos y todo tipo de hardware, cuyo crecimiento no parece tener fin. Canogar los ha utilizados para componer obras que denuncian los excesos abrumadores de la imagen digital  que en vez de consumir nos consume. Vivimos en una época fantasmagórica, en la que la imagen parece haberlo devorado todo hasta nuestros propios cuerpos, haciéndonos perder el contacto con la realidad – explicó. En este contexto recuperar a los objetos es recuperar la relación con la realidad que nos libra de la sicosis- añadió. Y se extendió explicando que le interesaba mucho un objeto tan elemental como la jarra de agua puesta a su lado en una mesilla porque es un producto del trabajo y la cultura humanas que se pierden cuando nos olvidamos de la jarra. Al final admitió que vivía la contradicción de reivindicar el objeto y al mismo tiempo utilizar intensamente en su obra la imagen digital, que desplaza al objeto o lo hace desaparecer.