sábado, 22 de septiembre de 2018

Hablan las putas.




Con apenas una semana de diferencia he visto dos piezas de arte que se atreven con una las polémicas más intensas que se están dando actualmente en España y en la que se dirime si las putas son sujetos de derecho o solo objetos del mismo. Esta polémica ya se cobró a su primera víctima: Concepción Pascual, a quién le costó el cargo de directora general del Trabajo la legalización de Otras, un sindicato de trabajadoras sexuales. Carmen Montón - la ministra del trabajo que la cesó antes de que ella misma se viera obligada a renunciar por cuenta de inconsistencias en su currículo académico - demostró con ese despido su toma de partido sin fisuras por la opinión de legión de feministas que exigen la prohibición de la prostitución a la que califican de actividad denigrante ejercida por esclavas sexuales explotadas despiadadamente por tratantes de blancas y proxenetas. Confían en que una ley que la prohíba liberará a dichas esclavas de lo que en ningún sentido puede considerarse un trabajo, devolviéndoles su libertad y su dignidad. Las portavoces de Otras no están para nada de acuerdo, defienden la tesis de que la organización sindical y el amparo del Estatuto de los Trabajadores son precisamente los que les garantizaran su libertad y les permitirán defenderse de tratantes y proxenetas. “No somos muñecas de trapo que se pueden usar y tirar a su antojo”- declaró a la prensa Conxa Borrell, una de dichas portavoces.
Las dos obras de arte a las que me refiero la cuestión de si las putas son víctimas se dirime en torno a dos figuras del puterío situadas en dos puntos extremos de la escala social: la puta inmigrante tercermundista y la escort española que presume de integración social y de estudios universitarios. La primera es Linda Porn y es la protagonista de un video de su autoría,  incluido la exposición Todos los tonos de la rabia, abierta actualmente en el Musac de León. Ella lo presenta como un statement o manifiesto en el que asume desafiantemente su condición de puta, declara que ha venido a España por sus propios medios y se declara no solo una trabajadora sexual que genera plusvalía como la genera cualquier otro trabajador sino que rechaza el papel de víctima y se asume como el nuevo sujeto revolucionario, justamente por el estigma social y la marginación que padece. Suelta su arrogante discurso jacobino desnuda en una bañera y lo concluye inscribiendo con una cuchilla en la piel de su antebrazo izquierdo la frase: “Soy una puta mestiza”. Imposible no recordar una performance de hace unos años en la que Regina José Galindo rasgó con la punta de una navaja la piel de su muslo izquierdo para escribir la declaración: “Soy una perra”.
La escort se llama Diana en la película del mismo título dirigida por Alejo Moreno, estrenada ayer en los cines Renoir de Madrid. Su estructura discursiva es desde luego más compleja que la vehemente proclama de Linda Porn, lo que le permite ofrecer un papel protagónico a uno de los clientes y mostrar otras facetas del problema de la prostitución, pero su parti pris o su leit motiv si se quiere es la entrevista que una periodista le hace a Diana. Le pregunta si se siente víctima y ante la respuesta negativa de ella le contra pregunta no siente miedo de abrirle la puerta a un extraño, Diana le responde inmediatamente que no, que quién debería sentir miedo es ese extraño. El resto del filme se dedicará a demostrar hasta qué punto un cliente debe temer a una puta que no por serlo es una “muñeca de trapo” en sus manos. O sea que tanto el video de Linda Porn como la película de Alejo Moreno coinciden en presentar una imagen de las putas en contravía de la imagen de indefensión y sometimiento que es esgrimida como argumento inapelable por quienes desean prohibir tajantemente la prostitución.
Dos observaciones finales. La primera: la película es una ópera prima de su director y esto se nota en cierta inconsistencias del guión, compensadas eso si por las notables interpretaciones de Laura Ledesma en el papel de Diana y de Ana Rujas en el papel de su alter ego, Sofía. La segunda: el filme también es el debut como directora de fotografía de Irene Cruz, conocida hasta la fecha por su uso artístico de la fotografía. Y fue precisamente su arte, la luz azul que ilumina sus fotografías de ninfas, de bosques y de lagos nórdicos, lo que movió a Moreno a pedir que se hiciera cargo de fotografía de Diana. Le parecía el contrapunto más apropiado para el tono expresionista que quería imprimirle a la misma.  
  



       

jueves, 20 de septiembre de 2018

Rosa Garrigue en el zoo de Varsovia.




Quizás T.S. Eliot se equivocó otorgando a abril el calificativo de the cruellest month cuando en realidad septiembre es el mes más cruel. Es el mes de las matanzas de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila en Líbano, del golpe de Estado que derrocó a Salvador Allende en Chile, de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington y desde luego el mes en el que se desencadenó la II Guerra Mundial, el más devastador conflicto bélico que haya padecido la humanidad hasta la fecha. Podría decirse que en este caso la intuición poética ha sido corregida por la historia y añadirse que el verso inicial de ese vasto y atribulado poema que es The Waste Land también yerra  porque califica de cruel el resurgir de la naturaleza del duro invierno engendrando lilas y brotes tiernos. Eliot - anticipándose a la melancólica proscripción de poesía después de Auschwitz decretada por Adorno – parece dudar que después de tanta muerte y destrucción como la experimentada en la Gran Guerra fuera posible el regreso de la vida y de la alegría y la esperanza que habitualmente vuelven con ella. Y si lo hacen – vendría a decirnos  - es para recordarnos hasta qué punto la una y las otras estuvieron a punto de extinguirse para siempre. En el estado de ánimo en el que él y tantos otros como él se encontraban cuando en 1922 cantó a la tierra yerma, el renacimiento de la vida antes que alivio trae el resurgimiento de las penas.
Rocío Garriga da en cambio un si a la vida en un mes como el de septiembre, tan cruel desde el punto de vista de la historia como de la naturaleza que en el curso del mismo se entrega a  la agonía y muerte del verano y al marchitamiento otoñal que anticipa el letargo del invierno. Y lo pienso como conclusión de mi visita a la exposición suya con la que la Freijo Gallery inauguró la semana pasada su nueva sede en Madrid. Se titula La ley del espejo y su tema es el bombardeo por la aviación alemana del zoológico de Varsovia, en septiembre de 1939, justo al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Ese bombardeo no es  sin embargo el único que le interesa a esta  joven artista valenciana que, según su propia confesión en el texto incluido en el catálogo de la muestra, se interesó en el tema de los zoológicos bombardeados a partir de la lectura del libro de W.G. Sebald Sobre la historia natural de la destrucción y en especial a partir de unas palabras de Lutz Heck incluidas en el mismo. “Cuando leí aquello la imagen del Zoo en llamas y de los animales que forzosamente libera la guerra se apoderó de mí”- afirma Rocío.  Este entrelazamiento entre destrucción, muerte y liberación es el que ella ha intentado reproducir en su exposición, en donde planos de las Butterfly bomb utilizadas en esa ocasión por la Lutfwaffe y  piezas hechas a partir de cristales rotos que evocan ciertamente los que son rotos por la explosión de las mismas se entremezclan con las piezas que exaltan a los pájaros o son testigos del coraje y el ingenio de Jan y Antonina  Zabinski. Esta pareja construyó en 1931 una villa imbuida de racionalismo vienés en los jardines del zoológico, que sobrevivió a los bombardeos del 39, y que los ocupantes alemanes les permitieron seguir ocupando junto al criadero de cerdos y al depósito de armas confiscadas al ejército polaco que instalaron en las ruinas del zoo. Los Zabinski se dedicaron a cuidar los animales que habían sobrevivido al tiempo que convertían su casa en un refugio para resistentes y fugitivos, entre los que destacaban los judíos. Creyeron con razón que la vecindad con la guardia que vigilaba de forma permanente el depósito de armas alejaría de la cabeza de las autoridades alemanas la sospecha de que en sus mismas narices se ocultaran aquellos a los que la Gestapo perseguía con tanto ahínco por toda Polonia.
Si para Giorgio Agamben Auschwitz es el nomos de la modernidad para mí las imágenes del zoológico bombardeado de Varsovia evocado por Rocío Garriga en términos de ruina, depósito de armas, criadero de cerdos, refugio de animales y de resistentes igualmente amenazados de muerte, ejemplo de astucia de y coraje me resulta el espejo en el que ella misma nos invita a mirarnos. Para descubrir en el rostro de una época como la nuestra en la que los demonios desencadenados de la guerra y el colonialismo, así como el recrudecimiento de explotación despiadada de los llamados recursos naturales, coexisten con el surgimiento impetuoso de una nueva forma de relación numinosa con los animales a los que ahora  consideramos nuestros hermanos, nuestros semejantes, y a los que estamos dispuestos a pedirles perdón imitando el gesto premonitorio  Nietzche que - en un momento de lucidez extraordinario - se lo pidió a un caballo de tiro en una plaza de Turín.
Añado que el refinamiento formal de las piezas que componen esta espléndida exposición va par y paso con su potencia alegórica.      




domingo, 2 de septiembre de 2018

Dora García repite a Oscar Masotta.




Ayer asistí al pase en el Museo Reina Sofía del largometraje “Segunda vez” de Dora García tanto por la reivindicación que supone de la figura de 0scar Masotta y por el hecho de que daría lugar a un diálogo entre Dora y Ana Longoni, la curadora de la magnífica exposición dedicada a este notable intelectual argentino inaugurada en el Macba a principios del verano. La película ni es una revisión exhaustiva de la obra de Masotta - como  fue la pretensión de la  expo del Macba - ni se refiere exclusivamente a él. Solo tres de sus capítulos están referidos a él, el cuarto a “Segunda vez”, un cuento de Julio Cortázar, y el cuarto al Museo de la Novela de la Eterna, de Macedonio Fernández. Pero aun contando con el homenaje de Dora a tan extraordinarias escritores debo reiterar que lo que me interesa es Oscar Masotta y no solo porque haya muerto joven, “como los amados de los dioses” que diría el poeta, sino porque fue una figura poliédrica situada en la encrucijada generada por la irrupción de la cultura pop y de formas inéditas de acción política, así como de la obra de Lacan, de la que fue un importante divulgador tanto en Argentina como en España. Volver sobre él, su obra y sus decisiones y opciones políticas con la mirada de un arqueólogo foucaultiano es poner al desnudo algunas de las claves de nuestra época. Ninguna época pasa en balde ni ningún pasado se desvanece como un espejismo en el aire. Y menos para Dora García, que con este filme ha reafirmado su interés en la repetición, en las segundas  veces que paradójicamente son siempre las primeras, que informa todo el ambicioso proyecto expositivo que el lunes echa el cierre definitivo en el cierre definitivo en este mismo museo.  Para recuperar a Masotta  ella ha repetido tres de sus performances: Para inducir el espíritu de la imagen, El helicóptero y el Anti happening. Con lo cual se ha puesto  de lado de Masotta en la critica que de hecho le formuló a Allan Kaprow realizando por segunda vez en el Buenos Aires  de los años sesenta seis de las performances que Kaprow había realizado previamente en Nueva York . Kaprow defendía entonces, con una radicalidad que atemperarían los años, que el happening era un acontecimiento único e irrepetible. Repetirlo era convertirlo en teatro, anulando así su radical contingencia. Al repetir a Kaprow o al inspirarse abiertamente en uno de sus happenings en Para inducir el espíritu de la imagen, Masotta ciertamente teatralizó el happening al mismo tiempo que hacía saltar todas las costuras que encorsetaban al teatro. Y Dora García ha hecho más. Repitiendo los performances de Masotta ha dado la razón al Borges autor de “Pierre Menard, autor del Quijote”. Aún la repetición más exacta del original es siempre distinta. Otros lectores, otras audiencias, otros contextos leerán siempre distinto el mismo texto.