lunes, 14 de marzo de 2011

Daniel Canogar en la gabinete de los sueños.


Estas fechas son en el Madrid del arte muy de Daniel Canogar. Y lo digo porque no es frecuente que un mismo artista exponga su obra simultáneamente en una galeria de arte - Max Estrella - y en dos espacios públicos: las salas de la Fundación Canal y Depósito elevado del Canal de Isabel II. Eso sin contar que, uno de los puentes peatonales levantados para cruzar el río Manzanares a la altura del jardin lineal construido sobre el soterramiento de la Calle 30, tiene pintada en la esbelta bóveda que lo cubre un mural de este artista madrileño que ha hecho del desguace y la exposición de las partes ¨duras ¨ de las máquinas de visión electrónicas y de los insólitos efectos luminosos que pueden lograrse a partir de ellas los rasgos distintivos de su arte. En este despliegue hay dos acentos o momentos de inflexión. El primero- en la galeria Max Estrella - es el momento mágico, el momento de recuperación de la clase de experiencia que ofreció por primera vez en la historia la fantasmagoria. Esa sala obscura, ese teatro de sombras, ese primer despliegue de sorprendentes efectos ópticos, con el que Etiénne Gaspar Robert sorprendió al público del Paris revolucionario a fines del siglo XVIII. Cuando leí sobre esa experiencia historica en el muy recomendable estudio que Max Milner le ha dedicado, pensé que ya era irrepetible, que quienes somos biznietos de los hermanos Lumière, hijos de la televisión, coetáneos de la divulgacion urbi et orbi de la pantalla del ordenador personal y víctimas de la omnipresente y apabullante imagen publicitaria, dificilmente podriamos volver a sorpendernos como se sorprendieron con las primeras imágenes luminosas de la historia los visitantes del fascinante ingenio de Robert. Hoy hay tantos efectos especiales en nuestras vidas que parece ser que el único temor que todavia son capaces de infundirnos es el de probablemente no somos mas que uno de elllos. Me equivocaba, sin embargo. La visita al despliegue de hardware y a los juegos de luces con el que Canogar ha copado las salas de la galeria de Max Estrella me han devuelto a la ingenuidad que entonces permitió deleitarse burkeanamente al público de las fantasmagorias. En el Canal de Isabel II mi experiencia fue, sin embargo, otra. Alli, ante esa instalacion titulada Travesías y que es una cinta enrulada que cae desde la cuadruple altura esa torre hasta el suelo, senti y pensé que estaba delante de una potente imágen de nuestra actual condena a movernos siempre y de hacerlo siempre hacia ninguna parte. Quizás la pantalla del ordenador, poniendo el mundo y sus historias a nuestro alcance de una manera que ni siquiera el Marshall McLuhan profeta de la ¨ aldea global ¨ fue capaz de imaginar, nos haya convertido en ¨viajeros inmoviles ¨pero no me cabe duda de que en las travesias virtuales a la que nos fuerza dicha inmovilidad nos movemos con la mismas prisas desquiciadas con que lo hacen las figuras humanas que se deslizan incesantemente y de arriba a abajo y de abajo a arriba en la singular banda de Moebius en la que se despliega esta extraordinaria pieza de Daniel Canogar.

1 comentario:

  1. Creo que es un lujo tener en Madrid tres exposiciones de Daniel Canogar. La pena es que no se pueda ver todavía el paso elevado sobre la M30 porque a pesar de haberse inaugurado, no está abierto al público hasta que no terminen las obras de ajardinamiento. Espero que sea pronto y los madrileños podamos disfrutar de esta obra permanente

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