jueves, 28 de octubre de 2010

Teatro épico hoy

¿Qué se puede hacer con la crisis económica actual, aparte de padecerla y maldecirla? Pues hacer teatro con ella. O por lo menos esa es la respuesta que se me ocurre después de revisitar en internet Crisis in the credit system ( www.crisisinthecreditsystem.org.uk), la obra de Melanie Gilligam que visité en Manifesta 8 y sobre la que en este blog llamé entonces la atención, por motivos que ahora quiero exponer de manera más amplia. El primer motivo de mi interés es el tema elegido, que no es la crisis del sistema crediticio considerada en sentido amplio, sino la forma como la abordan esos Headquarters, esos cuarteles generales del capital financiero internacional, cuyos locus emblemáticos son Wall Street y la City londinense. Y cuyas integrantes, así como sus recursos, métodos y estrategias habituales no son objeto en esta oportunidad de análisis críticos como los que han hecho economistas como Paul Krugman o Joseph Stieglitz sino de una inquietante escenificación. En el primer capítulo de los cuatro de una narración audiovisual cuya estructura abierta dobla o parodia la de los seriales televisivos, vemos a una chica diciéndole a un pequeño grupo de adultos - reunido en un pabellón de arquitectura neo clásica situado en medio de un exuberante jardín - que lo que se espera de ellos es que cada quien interprete a uno de los personajes de típicos del mundo de las finanzas: bróker, gestor de hedge funds, diseñador de productos financieros puramente matemáticos, analista, especialista en marketing, etc. En los siguientes capítulos vemos como cada uno interpreta su respectivo papel con una fidelidad tan estricta al modelo que su interpretación resulta inevitablemente irónica. Ironía que distancia del cinismo exhibido por quienes en esta obra - y en la propia vida real - planean fríamente beneficiarse de la crisis de la que han sido entusiastas promotores. E ironía que facilita tanto la ruptura con la fascinación ludópata por las operaciones del mundo de las finanzas como con esos estados de ira o de depresión causados por la crisis que desgraciadamente ciegan el intelecto, como suele decirse.
Hay que advertir que aunque la ironía sea el efecto dominante de esta pieza teatral de Gilligam no es sin embargo él único. Esa forma de apartarse y tomar distancia de la historia que se está contando se articula fluidamente con otras formas de distanciamiento de carácter decididamente brechtiano. Y con los efectos correspondientes. Brechtiano - o si se quiere épico - es el recurso que la artista canadiense utiliza cuando muestra al espectador que el bróker o el analista es un actor y que, además, ese actor puede ser perfectamente cualquiera de nosotros. Al fin y al cabo, todos estamos obligados a interpretar cotidianamente un papel en una sociedad cada día más teatralizada, y el bróker o el analista sólo pueden cumplir cabalmente sus respectivos papeles en el engranaje demoniaco de esa máquina célibe que son las altas finanzas, cuando dejan de lado su supuesta o real personalidad y asumen que el bróker y el analista son unos estereotipos sociales cuyo esquematismo que poco o nada tienen que ver con las complejidades y las sutilezas sicológicas elaboradas y expuestas por los dramas y las novelas decimonónicas. De allí que la seducción que puedan ejercer cuando son representados en películas del estilo de Wall Street sea fetichista y no amorosa.
El distanciamiento brechtiano también permite al espectador en este caso reflexionar sobre el entrecruzamiento de lenguajes exigido por el funcionamiento del mundo financiero y sobre las consecuencias del mismo. Menciono los dos que, pienso, abren el abanico en el que se despliegan las demás. El primero es el lenguaje matemático utilizado para formalizar, diseñar y proyectar las operaciones, las transacciones y los beneficios y las pérdidas financieras y cuyo uso y conocimiento están vedados, por su propia naturaleza, a todos los legos. Entre los que evidentemente me incluyo. Y que por lo tanto exige la yuxtaposición de un lenguaje que se refiera a dichas transacciones y que, como el lenguaje común, sea comprensible para todos, incluidos el resto de los gestores financieros, los inversionistas obviamente y la opinión pública queaún exige que le informen qué es lo que está pasando allí donde se decide minuto a minuto el destino del capital a escala planetaria. Y por ende, su propio destino. Ese lenguaje es, por fuerza de necesidad, alegórico. Como lo es el titular del periódico Financial Times, mostrado en esta pieza, que(in)forma sobre lo que está pasando en estos términos: Pánico en los mercados. Y que da por supuesto que algo tan abstracto - por matematizado y de suyo tan matematizable - como son los mercados financieros, siente pánico. Como cualquier hijo de vecino expuesto a un peligro mortal. Esta figuración del mercado como una ¨ psiquis sin cuerpo ¨ - para decirlo en los términos de Macedonio Fernández - da lugar por lo demás a unas prácticas sicológicas verdaderamente insólitas, como la que es materia de uno de los episodios de esta obra. En él vemos la performance del analista de una empresa de asesoría financiara que sale al paso a la extraordinaria dificultad de pronosticar la evolución de las cotizaciones en Bolsa en un mercado global donde dichas cotizaciones varian instantáneamente, mediante el método de que dicho analista observe las pantallas donde se visualizan la evolución de los precios y de los principales indicadores de la marcha de los mercados, inhiba voluntariamente su capacidad racional de analizar y juzgar y le conceda de este modo a su propio inconsciente la oportunidad de procesar libremente los ingentes flujos de información que esta recibiendo. El resultado de este sorprendente ¨ trabajo del inconsciente ¨ no es un sueño ni un acto fallido freudianos sino un pronóstico sobre la evolución futura de las cotizaciones en la Bolsa, que la empresa asesora vende a los inversores a precio de oro.
NB. Jerôme Kerviel, el funcionario del banco Société Général, condenado a prisión por su intervencion en unas gigantescas maniobras especulativas, informó en unas declaraciones publicadas por El País (21.11.10) de cuan ´inconsciente ´ y hasta sicótico es el funcionamiento del mundo financiero actual: ¨Nadie sabe lo que se oculta en los balances de los bancos. Son completamente impenetrables. Se tarda un segundo en invertir 150 millones de euros. Cuatro en invertir 1.000 millones. Es algo que sucede tan rápido en el ordenador que se pierde el sentido de las cantidades manejadas(...) La rueda gira cada vez mas de prisa, se ha vuelto loca¨.

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