Cabe considerar la reciente exposición de Rubén Guerrero
en el CAC de Málaga como el corolario
más apropiado de la curada por César Paternosto en el Museo Thyssen de Madrid
por esas mismas fechas. Si bajo el
título de Hacia la pintura como objeto
el maestro argentino intentó reconstruir
el itinerario recorrido por la pintura para convertirse en objeto, podría
decirse que la pintura de Guerrero es la que ha venido después de esa
conversión. Él antes que pintar en el sentido clásico se esfuerza en construir un objeto: acumula capas y capas
de pintura, desgarra el lienzo o lo perfora, enseña el bastidor, incorpora el
marco… Recupera las mejores lecciones del Madi
y de surpport surface con una gracia
que me atrevería a calificar de andaluza y con un ímpetu que evoca al ímpetu de Julian Schnabel. Pero el cumplimiento por
su parte del programa de hacer del cuadro un objeto visual que vale por sí
mismo y no por ser una ventana imaginaria no exonera a los resultados de dicho cumplimiento del trompe l´oeil. A ese ver más de lo que vemos, que es propio del
deseo, y que no es un ver lo que no está
en el cuadro sino un ver demás en el mismo. Ver el exceso de pintura en la
pintura misma y no en la representación que puede hacer de lo que está afuera de ella.
La comparación con los cuadros que Paternosto expuso tanto en el museo Thyssen como en la exposición que
simultáneamente realizó en la galería Guillermo de Osma permite captar mejor la
singularidad del trampantojo que asedia a la pintura de Guerrero o está
explícitamente incorporado a ella. Los cuadros de Paternosto son igualmente
objetos puramente visuales aunque lo son a la estricta manera de Mondrian,
tanto por el inequívoco sometimiento de su estructura a la retícula cartesiana
como por la univocidad tautológica de los planos y las líneas o franjas
pintadas en los mismos. Un rojo es un rojo, un blanco es un blanco y un negro
es un negro. Pero la tautología de los cuadros de Paternosto da un paso adelante
con respecto a los de Mondrian y se
convierten en objetos en el sentido físico o material del término: carecen de
marco, tienen evidentemente volumen y la pintura de sus gruesos cantos es parte del cuadro que ya no es solamente un
cuadro porque también es una escultura. En stricto sensu: un objeto
tridimensional pintado. Solo que su objetividad está subvertida por la misma
pintura que lo confirma como objeto visual. En su pintura hay líneas que de tan
anchas parecen franjas y que como líneas sin embargo nunca llegan a donde
tendrían que llegar por que cortan o interrumpen bruscamente su previsible
recorrido, incapaces de alcanzar a las otras o de cruzarse con ellas para
completar la retícula cartesiana la que virtualmente pertenecen. Estos actos
fallidos por así decirlo desquician sin remedio la forma del volumen que les
sirve de soporte, aunque nunca lo hagan
con la violencia ni sobre todo con la cruda materialidad con la que lo hacen
las obras de Guerrero. Su
desquiciamiento no es físico sino visual y le restituye al objeto la dimensión
imaginaria que desde illo tempore es propia de la pintura. Vemos más de lo que
vemos, inclusive en pinturas que solo pretenden ser objetos.
La intervención de Theo Firmo
Hace 13 años
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