Voy a la Plaza de Tiananmen y delante de la efigie
imperturbable de Mao compruebo con mis
propios ojos el triunfo de la revolución cultural. Pero no la que el padre
fundador de la China actual promovió en 1966 invitando a la juventud a combatir
de raíz los modos de vida y los hábitos de pensamiento heredados del Antiguo
Régimen que oponían una terca
resistencia a esa construcción del socialismo que él mismo quiso acelerar de
manera vertiginosa con el Gran Salto Adelante, iniciado en 1957 y saldado con
un sonado fracaso, que incluye el sacrificio de bosques enteros convertidos sin
ningún miramiento en leña para alimentar los hornos metalúrgicos artesanales
con los que se pretendía competir con los altos hornos de la industria
metalúrgica occidental. No, no es de esta revolución - cuyo protagonista serían
“las masas” y no la cúpula del partido comunista a la que Mao invitó
abiertamente a combatir - la que cotidianamente perfecciona su victoria en la
plaza legendaria desde la que en una fecha solemne de octubre de 1949 Mao Tse
Dong proclamó la República Popular China. La revolución a la que me refiero es
aquella cuyo medio técnico y emblema omnipresente es el móvil, que está
transformando los modos de vida y los hábitos de pensamiento heredados con una
radicalidad y a una velocidad que los exaltados guardias rojos de la revolución
cultural maoísta ni siquiera llegaron a imaginar. Aunque deberían haberlo
hecho. Porque cabe advertir que fue Karl Marx quien hace siglo y medio anticipó
el diagnóstico que Carlos Fernández Liria - el autor En defensa del populismo y uno de los filósofos de cabecera de
Podemos - hace de la actual coyuntura política española. Él afirma que la única
revolución en marcha hoy en España es la que agencia tortuosamente el gobierno
de Mariano Rajoy mientras que la resistencia y la defensa de lo establecido son
los signos distintivos de los masivos movimientos de protesta desencadenados
por la puesta en obra de dicha revolución. El diagnóstico de Marx está escrito
con todas sus letras en el Manifiesto
comunista, publicado en 1848, que en contra de lo que podrían pensar
quienes no lo han leído, incluye un apasionada reivindicación del “carácter
revolucionario de la burguesía”, de su tendencia insoslayable a subvertir o a
dinamitar el orden establecido con el fin liquidar “todos los fueros y las
antiguas libertades”, para dejar en pie, sola y desnuda, a “la libertad de
comercio”. Que es en lo que estamos, tratados de “libre comercio” mediante.
El móvil, como
ya dije, es el emblema de la más reciente de ese ciclo de revoluciones sin fin
que hoy tiene a la propia subjetividad como campo fértil para la intervención
innovadora y la explotación mercantil. Y que aunque se está produciendo en todo
el mundo urbanizado es muy llamativo verla tomar cuerpo en la plaza de Tieananmen,
copada literalmente no por las masas insurrectas sino por una multitud de
turistas, en su inmensa mayoría chinos y chinas, dedicados con una pasión verdaderamente
sorprendente a hacerse un selfie. Y a
compartirlo, internet mediante, con sus amigos, sus conocidos o sus parientes.
Me sorprende también el desparpajo con que esta autentica “multitud en red” que
dirían Negri & Hardt, mas que posar hace performance frente a la cámara.
Sobre todo las mujeres.
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