La galería La
Caja Negra de Madrid está celebrando tanto el Mayo de 68 parisino como el
Octubre mexicano, con una exposición de carteles de ambos acontecimientos que bien vale la pena
visitar. Y no porque ofrezca una gran panorámica o porque aclare por fin qué
fue lo que realmente ocurrió en aquella coyuntura histórica sino porque nos acerca
a las pasiones y las pulsiones de los activistas que desempeñaron un papel crucial en
dichos acontecimientos. En especial los
estudiantes y los artistas tanto en ciernes como consagrados que
convirtieron a las facultades de bellas artes de entonces en talleres gráficos
donde se imaginaban, diseñaban y realizaban los carteles que después habrían de
pegarse por toda la ciudad. Lo suyo fue un experimento de trabajo colectivo,
inspirado y con frecuencia poético, opuesto al trabajo rutinario y alienado del
que los obreros quisieron librarse tomándose las fábricas, poniéndose en
huelgas o participando en multitudinarias manifestaciones callejeras. O las
tres cosas a la vez. Los carteles expuestos dejan ver esta impronta artesanal en
su abrupto contraste formal con los que hacia circular la ya entonces la
omnipresente publicidad. Tanto por sus lemas y sus consignas - tan diferentes –
como por su factura, tan evidentemente manual. Estos carteles sin siquiera proponérselo
fijaron el pulso exaltado del movimiento,
la respuesta inconsciente de los cuerpos- y no solo de la mano - a sus
exigencias y a los estímulos de las voces que se hacían escuchar con fuerza en
los mítines y las asambleas tumultuosas.
“Pedían la
palabra”- afirmó Aurora Fernández
Polanco en un esfuerzo por captar las motivaciones últimas de quienes fueron
los protagonistas de unas movilizaciones que permitieron el surgimiento desde
la nada de entusiastas oradores y dieron la palabra a quienes antes nadie
escuchaba. José Luis Barrios - otro de los participantes en el coloquio
organizado por la galería con el fin de reflexionar sobre dichas movilizaciones
– cifró la diferencia entre el cartelismo del Mayo parisino el del Octubre
mexicano en el hecho de que los textos de los primeros eran paradójicos y los
de los segundos unívocos. Como las denuncias y las consignas partidistas. La
distinción no carece del todo de sentido y remite a las evidentes diferencias
culturales entre Francia y México, que sin embargo no anulan el hecho de que tanto
en un país como en el otro los protagonistas fueron los movimientos y no los
partidos ni los sindicatos. Mientras estos últimos unifican su acción por medio
de consignas, de parole d´ordre, de la ortodoxia en definitiva, los segundos
tienden a la multiplicidad y heterogeneidad de voces. A la singular polifonía que
marcha par y paso con la invención de nuevas formas de acción política. O de politización
de ámbitos previamente excluidos de la esfera política. En esta exposición hay carteles que denuncian
las elecciones parlamentarias como un medio más de dominación, al lado de los
que atribuyen igual función a la
televisión y a la publicidad. Eso sí, lo hacen en una Francia donde los aparatos
represivos del Estado abstenían de los despliegues de violencia que en cambio
si se permitieron la policía y el Ejército mexicano.
(En el coloquio citado participaron también Miguel
Marina y Jaime Vindel. 11.05.18)
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