Visito la exposición Radiante porvenir en el Museo Ruso de Málaga y la contrasto con
otra exposición legendaria: Viviendo con
el pop. Una demostración de realismo capitalista, realizada en 1963 en Dusseldorf. Cierto, el contraste puede
resultar injusto y hasta ofensivo porque Radiante
porvenir es una ambiciosa panorámica del arte hecho durante los 70 años que
duró la Unión Soviética, mientras que la otra fue una intervención puntual de Gerhard
Richter, Sigmar Polke y Konrad Leug en unos grandes almacenes de Dusseldorf. La
primera nos enfrenta a la revolución rusa y a la trágica y a la vez prodigiosa
historia de la Unión Soviética en tanto la segunda fue –según el propio Richter
- una “provocación”, que pretendía poner en ridículo al “realismo socialista” y
hacer lo mismo con la “posibilidad de un realismo capitalista”. Pero si cabe
compararlas es porque de la comparación emerge la relación privilegiada que el realismo
socialista y el Pop art mantuvieron con la publicidad. Política en un caso,
mercantil en el otro. La relación que los emparenta con el Barroco, el arte de
la propaganda fide, de la propagación de la fe en la Iglesia antes que en Jesucristo.
Los críticos del realismo socialista suelen tildar sus manifestaciones de “mera
propaganda” que, para más inri, estaba al servicio de un régimen dictatorial.
Pero hoy cuando ese régimen ya es historia y ha quedado aplazada sine die la
llegada del “porvenir radiante” entonces prometido, cabe volver sobre el
realismo socialista y advertir que bajo su vocación instrumental y su
orientación apologética se pintaron y esculpieron muchas obras que sobrepasaron las
limitaciones y servidumbres del anuncio o del cartel publicitario. Obras que demostraron
la capacidad aparentemente inagotable de la pintura y la escultura de
metamorfosearse en función de las más diversas etapas históricas y de las más
Otro si: aunque todos estaban encuadrados en la misma escuela, sus obras demuestran que cada uno interpretó los principios de la misma a su manera.
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