Le teníamos olvidado a pesar de lo mucho que hizo aquí y
en la Argentina en aquellos años de agonía del franquismo y de dictaduras
militares en el Cono Sur que han terminado fagocitados por la leyenda del Mayo
del 68. Olvido ciertamente injusto como lo demuestran sobradamente las dos exposiciones
que ahora le recuerdan. La primera- en el Macba - está centrada en su figura y
en su época. La segunda- en el Museo
Reina Sofía - se limita a recuperar unas cuantas de sus performances. Pero entre
ambas consiguen convertir a Masotta uno de nuestros contemporáneos. Lo es desde
luego por su trabajo pionero de divulgación en España y en la Argentina de la
obra de Jacques Lacan, cuyo pensamiento por lo demás nutrió el suyo y sigue
nutriendo el nuestro. Y también por su
temprana valoración de la pop culture
– la de la televisión, la publicidad, el cómic – y por su empeño en acuñar o apropiarse de los
conceptos indispensables para pensar su novedad histórica. Así
como por sus igualmente precoces incursiones en un ámbito entonces radicalmente
nuevo: el happening. Al que cuestionó con una agudeza y una pertinencia inesperadas
en quién era un intelectual de la periferia. De hecho fue el instigador, el editor y uno de
los más destacados contribuyentes de un libro dedicado al happening, cuya
lectura resulta especialmente fecunda ahora, cuando la performance se ha hecho
hegemónica atemperado, por decir lo menos, el radicalismo de un Allan Kaprow, para quien el happening era la
invocación de un acontecimiento irrepetible y no una forma de actuación
preconcebida y susceptible de repetición.
Como de hecho lo son las performances
cuyo registro y documentación dan cuerpo a la exposición de Dora Garcia Segunda vez/que siempre es la primera -
abierta en el Reina Sofía - que incluye la exhibición de una película titulada
sintomáticamente Segunda vez, de la
que forman parte las grabaciones de tres performances diseñadas y realizadas en
su día por Masotta. García las redujo a partituras o guiones con el fin de
poder repetirlas, convencida-como Freud y Lacan de que la repetición de lo
mismo nunca es la misma repetición.
Hay otra faceta
de la vida y la obra de Masotta que también resulta aleccionadora. Ambas
sometidas a las fuertes tensiones causadas por desplazamiento de la figura del escritor engagé, comprometido a la manera
sartreana, por la del pensador que intenta convertir sus palabras en acción
contando con la omnipotencia de los media y en una época en la que como afirmó
Octavio Paz “se acabó la contemplación estética
porque la estética se disuelve en la vida social”. Podría decirse que quedó
atrapado en esa disyuntiva, en un impasse que retorna con fuerza ahora que la
intensidad de los conflictos y las contradicciones sociales y políticas plantea
otra vez la cuestión del compromiso del intelectual, aunque lo haga de modo
enteramente nuevo.
El retorno de Masotta habría
sido imposible sin la dedicación y el extraordinario trabajo de investigación
de Ana Longoni, la curadora de la exposición en el Macba titulada Oscar Masotta. La teoría como acción.
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