Veo la exposición de Francesc Torres en el Macba 1
y no puedo menos que pensar en Rosebud.Y no porque Torres tenga algo que
ver con la historia y la biografía del Ciudadano
Kane y menos aún con su modelo el omnipotente William Randolph Hearts. No,
para nada. Si se me vino a la cabeza la conclusión de la extraordinaria película
de Orson Wells es porque la pregunta que se hace el
reportero que investiga su historia por quién era en definitiva ese señor que
tantas y tan ambiciosas empresas puso en marcha a lo largo de su vida,
encontraba respuesta en la última palabra que dijo antes de morir: Rosebud. O
sea el nombre del trineo que Kane perdió para siempre cuando siendo niño fue separarlo
de su madre y entregado a la custodia de un rico pariente. El trauma infantil
escondía el secreto de las motivaciones últimas de toda una vida tan exorbitada
como expuesta al dominio público, debido precisamente a su impetuoso deseo de
dominar al público.
De la exposición de Francesc Torres, de su “cámara
hermética”, de su ejercicio de “una antropología intransferible”, puede decirse
lo mismo: es su Rosebud, la exposición de las motivaciones últimas de una
dilatada y compleja carrera artística, a través de una vasta y heterogénea
colección de objetos de las más diversos tiempos y procedencias cuyo tono y
cuyo temple lo dan los automóviles y aviones de juguetes y los soldaditos de
plomo, que no son de plomo pero es como si lo fueran. Gracias a ellos descubrimos
que una de las constantes del arte de Francesc, que es el trabajo con los
campos de batalla, arraiga en una fascinación infantil por los soldados de
juguete y los aviones de combate. Que en él se habría podido quedar como en tantos de
nosotros en jugar con ellos hasta el
desdichado final de la infancia, pero que en él despertó otra pasión tanto o
más influyente y duradera: la de
coleccionismo. Coleccionismo aparente o realmente omnífago y en cualquier caso
heterogéneo y poco o nada respetuoso con los cánones del arte o con los
protocolos de la investigación verdaderamente arqueológica. De allí que este
conjunto multitudinario de piezas disímiles, donde lo viejo y lo nuevo se
mezclan sin rubor, ofrezca la impresión de un apabullante collage que, además,
materializa por así decirlo el collage de videos y películas que emiten siete
pantallas con la intención de condensar la historia del siglo XX , The Short Century. Y cuya lógica,
puestos a buscar alguna, estaría en la obstinada persistencia unas pasiones infantiles,
que en vez de desaparecer para siempre, han seguido alimentando,determinado y
sesgando los trabajos y los días de Francesc Torres. Para fortuna suya y la
quienes somos sus admiradores.
1. La cámara hermética. Espacio para una
antropología intransferible. Macba. Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario