Si Irene Cruz coquetea en su aspecto con la inapelable
perversión de las adolescentes pintadas por Balthus, el de las modelos de sus vídeos y extraordinarias
fotografías las muestra en cambio como completamente entregadas a una
ingenuidad sin dobleces. A mí me resultan la imagen contemporánea de las ninfas
que habitaban in illo tempore los ríos de Alemania, cuya liviana y graciosa
juventud no parece afectada por la ominosa degradación de las aguas en las que
tan alegremente se zambullen y nadan. Alguien dijo alguna vez que el Rin, el
viejo padre Rhein, era ahora
químicamente puro en alusión no solo al volumen los vertidos agro industriales
que recibe sino también a los constantes
procesos de depuración de sus aguas que recibe a lo largo de su curso en un
esfuerzo por librarlo precisamente de la contaminación producida por esos
vertidos. Los lagos y desde luego los árboles que los rodean, en los que las modelos de Irene Cruz escenifican sus
acciones tienen el sello inocultable del reciclaje. Aguas y árboles han sido
tantas veces contaminadas y talados y tantas otras veces depuradas y sembrados
que el resultado actual no deja dudas de cuán artificial es hoy en día la
naturaleza en Alemania. Cuanto de su supervivencia depende del esfuerzo humano
empeñado con una mano en hacer reverdecer lo que su otra mano angosta, ciega o
marchita. Esta es la tarea de Sísifo, la
tragedia irredenta que asedia las imágenes de Irene Cruz y que por consiguiente
las distancias, por ejemplo, de la que asedia la célebre Ophelia del prerrafaelista John Everett Millais, cuyo dulce gesto
de cara no retiene ni una traza de los estertores del ahogamiento ni de la
irremediable desesperación que le causó la noticia de que Hamlet había matado
accidentalmente a su amado Polonio. La belleza póstuma de su Ofelia es el medio
usado por Millais para neutralizar la tragedia, para librarnos a quienes la
contemplamos de su insoportable fatalidad. La ingenuidad de las modelos de
Irene Cruz pretende lo mismo, porque también a ellas las ronda el ahogamiento.
Y aunque ni ella ni Millais consigan del
todo su propósito porque la tragedia a pesar de todo empaña sus imágenes les damos
gracias por el alivio que nos ofrecen. Por la oportunidad de respirar por una
vez con holgura.
Nb. Fotografías de Irene Cruz pueden verse en la
exposición Drowning in blue, abierta
actualmente en la galería Theredoom de Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario