Luis Moya. El nombre de este arquitecto surgió en la larga y enjundiosa
charla que mantuvimos David Cohn y yo hace unas semanas. En su casa de Lavapies en Madrid, tomando un buen vino manchego
y picoteando jamón serrano mientras recordabamos los tiempos de estudiantes de
arquitectura. En los años 70. Él en la universidad de Columbia en Nueva York,
yo en la del Valle,en Cali, Colombia. A pesar de tantas diferencias entre una
facultad y otra, ambos compartimos la misma clase de formación en el paradigma del movimiento moderno,
incluidas las historias del mismo de Sigried Gideon y de Leonardo Benévolo. David
tuvo la suerte que yo no tuve de tener a Kenneth Frampton como profesor y yo de
asistir a un seminario sobre cubiertas de mallas tensadas de Frei Otto, al que
David le hubiera gustado asistir. El nombre de Luis Moya surgio cuando David,
notable crítico de arquitectura americano afincado entre nosotros hace muchos
años, me habló del estado actual de la historia de la arquitectura española del
siglo xx que está escribiendo. En esa historia Moya, que entonces pareció
representarla como nadie hoy representa como pocos una anomalía. Por su
historcismo desquiciado y por su fidelidad a la ideología que dió consistencia
a la dictadura franquista. Pero la imponente sede de la Universidad Obrera de
Gijón sigue allí y no hay despertar, por muy benjaminiano que sea, que nos
libre de su existencia. Que plantea problemas incluso éticos al historiador
formado en el paradigma moderno, por mucho que la posmodernidad haya hecho
mella en el mismo. Fue entonces que yo recordé "El puente sobre el rio
Kwai ", la memorable película sobre un puente construido durante la Segunda
Guerra Mundial por prisioneros ingleses para los japoneses, que un comando
americano debe volar. Los dilemas morales que expone este filme arrojan luz
sobre la conducta de quienes construyeron y siguen construyendo en los que
Heidegger y Brecht, aunque por razones distintas, calificaron de "tiempos
sombrios".
…
No hay comentarios:
Publicar un comentario