A Place to Hide/ Un lugar para esconderse. El título que Ricardo Alcaide ha elegido para la exposición que hoy inaugura en la galería Blanca Soto de Madrid(21.10.10) resulta revelador de cuán singular es su mirada de la arquitectura. Y digo de la arquitectura porque de ella es de lo que trata en definitiva la totalidad de las obras reunidas en esta muestra, aunque cada una lo haga a su manera, y aunque la serie que presta su titulo al conjunto de todas ellas, tenga como referencia, como argumento, como motivo, la que podría juzgarse como la negación más radical posible de la arquitectura: el precario refugio del homeless. Alcaide duda, sin embargo, de que esa mutua exclusión sea tan radical y es muy notable que en su duda no esté completamente solo. Antes que él - y en los albores de la modernidad - el abate Laugier y el arquitecto Gaston Ledoux protagonizaron un debate de enorme importancia para la cultura arquitectónica, cuyo motivo fue precisamente aquello que entonces no se consideraba arquitectura: la cabaña del bosque. Y la más elemental y primitiva posible: la cabaña imaginada por Laugier como un simple techo sostenido por cuatro postes de madera rustica con la que - según él - los hombres realizaron por primera vez el impulso que muchos siglos después habría de elevar al cielo templos y palacios de una complejidad y un refinamiento deslumbrantes. Pero el abate, antes que intentar fijar en una imagen potente el orígen de la arquitectura, pretendía defender con el ejemplo elemental de la cabaña el derecho incuestionable del hombre a responder a los desafíos de la naturaleza valiéndose sólo de su entendimiento e ingenio y contando solo con los recursos que - como los arboles del bosque - le ofrecía espontáneamente la naturaleza. Ledoux respondió a esta visión paradigmática y a la vez ingenua del individualismo moderno, con una agria caricatura titulada
Abrigo del pobre, en la que un árbol raquítico, arraigado en un islote pedregoso y perdido en la mitad de un océano infinito, es el único cobijo de un individuo desnudo y tembloroso, que alza sus manos suplicantes hacia una asamblea reunida entre las nubes de dioses del Olimpo y musas de las artes, entre las que destaca con fuerza la musa de la arquitectura. El hombre - vino a decir Ledoux - no es apenas nada si le faltan las luces que dispensan generosamente los dioses y los sabios.
Esta querella - que parecía tan olvidada como la querella entre el romanticismo y la Ilustración y en la que de hecho se inserta - resurge en la obra de Alcaide, aunque en términos muy distintos. El homeless es la versión contemporánea del individuo solo y perdido en una isla desierta que, en vez de esperar los planes redentores de los expertos o la piadosa caridad de los creyentes, se busca literalmente la vida en las calles, exprimiendo su ingenio para improvisar cada día, utilizando los desechos de la gran ciudad, un refugio donde pasar la noche. Alcaide le rinde homenaje a este heroísmo innominado, con una serie de refinadaspinturas que son otras tantas versiones de la geometría aleatoria que ordena las frágiles construcciones de los homeless. La mediación de la geometría entre necesidad, imaginación y medios disponibles - característica de las arquitecturas clásica y moderna - conjugada libre y espontáneamente por quienes no tiene nada distinto de sí mismos. Y que si buscan algún modelo para orientar su esfuerzo, lo encuentran de primera mano en las vallas y cercamientos de fachadas y de obras públicas, a las que, como era previsible, Alcaide ha dedicado unas cuantas fotografías y alguna escultura en formica.
Él no se queda, sin embargo, en ese homenaje sino que contrasta abiertamente el refugio precario del homeless con los interiores de la arquitectura moderna, tal y como ella se ha realizado ejemplarmente en la ciudad de Sao Paulo. Lo ha hecho en una serie de fotografías titulada
Con-Decorado Inmobiliario, que muestran aquellos ángulos en los que dichos interiores racionalistas se ofrecen como lugares donde esconderse de un mundo que, súbitamente, se ha vuelto axfixiante. O extraño. Pero el contraste alcanza ese punto extremo de la oposición en la que los extremos de la misma se tocan, en la pequeña escultura
Casa de Revista, construida literalmente con revistas de arquitectura, cuyas imágenes deslumbrantes están destinadas a excitar las fantasías de quienes más que una casa buscan en la casa la realización de un sueño. El mismo sueño de libertad individual que para un homeless quizas no sea mas que una pesadilla.
Lo efimero-politico.
ResponderEliminarEs describir la sensibilidad critica del arte contemporanéo,que junto a los temas anticoloniales, feministas, ecologicos, configuran esa sensibilidad critica actúal.Sería lo que plantea tambíen Alcaide.
Fusionando el arte con lo cotidiano del paisaje urbano de nuestro siglo, este artista nos muestra "LA CARA OCULTA DE LA LUNA", que se manifiesta en multiples formas, desde lo individúal a lo público y sus variantes, otra de esas caras podría ser lo subjetivo de la forma representada, o tambíen si esa precariedad aparente es un ácto político, preguntas estas que me evoca esta obra...
MELOSARG
Me pareció una exposición magnífica
ResponderEliminar