martes, 28 de mayo de 2013

El regreso del arte a la política.

   


El debate sobre el arte y la política es tan antiguo como recurrente: se lo da por definitivamente saldado en una coyuntura sólo para reaparecer en la siguiente. La generación de la Transición lo saldó a favor de la tesis de la plena independencia del arte con respecto a la política -  tal y como lo ha recordado  Darío Corbeira en un reciente  documento brumaria  dedicado al tema – y sin embargo ha vuelto a abrirse, espoleado por las devastadoras consecuencias sociales y políticas de la salida a la crisis diseñada por el capital financiero internacional y ejecutada por sus más encumbrados representantes políticos.  De Nueva York a Atenas, pasando por Madrid y Lisboa, la ciudadanía justamente indignada se ha echado a la calle una y otra y otra vez para protestar por lo que considera la demolición controlada de sus derechos y el espolio apenas encubierto de los bienes comunes. Al mismo tiempo crece el número de artistas que sienten que no pueden quedarse al margen de un conflicto cuyo desenlace  les concierne hasta tal punto que están dispuestos  a poner su arte al servicio de la movilización y la protesta. Y subrayo lo de ¨ movilización y la protesta ¨ porque en el lapso comprendido entre el triunfo apabullante de la Transición y la actual generalización del descontento con la misma, no faltaron los artistas que politizaron su arte  politizando mediante sus obras y acciones temas de género y de identidad sexual que hasta entonces se daban por asuntos enteramente privados, sobre los cuales no convenía ni preguntar ni responder. Tal y como rezaba la tristemente célebre fórmula, Don´t ask, don´t tell, adoptada por las FF AA de los Estados Unidos de América como una forma de escamotear las demandas de reconocimiento de los homosexuales alistados en sus filas, y que fue agriamente criticada por Ana y Helena Cabello Carceller en una intervención realizada hace un par de años en la sala Abierto x Obras del Matadero de Madrid.
Pero esa clase de acciones artísticas no escapaba de los ámbitos acotados del arte, por mucho que sus autores lo quisieran o intentaran. En cambio hoy, el estado de permanente movilización ciudadana le han abierto al arte de intención política un ámbito más dilatado y difuso y por lo mismo más pregnante: el de la calle y la plaza, el ámbito del espacio público. Si, como afirma Jacques  Ranciére, la política consiste en remover los límites de lo se puede sentir y pensar en cada situación, la toma de la calle por las manifestaciones multitudinarias es por definición política porque transgrede de hecho la dedicación exclusiva de las mismas al tránsito, el turismo y la realización y promoción publicitaria de actividades comerciales de todo tipo. La movilización ciudadana transforma los espacios públicos privatizados en espacios políticos, en lugares donde dirimir las cuestiones del poder que se da por sentado sólo pueden dirimirse en el ámbito parlamentario. O en ámbito todavía más reglado, desde el punto de vista de léxico, de los  medios de persuasión de masas.  
Santiago Sierra intentó dar cuenta de este desplazamiento y transformación de ámbitos con el proyecto Los encargados, realizado el año pasado y expuesto en la galería Helga de Alvear hace unos meses. El núcleo del proyecto consistía en un desfile por la Gran Vía de Madrid de una caravana de limusinas que trasportaban sobre sus techos enormes retratos cabeza abajo de los presidentes de gobierno de España, desde la Transición hasta la fecha, pintados en blanco y negro por Jorge Galindo. Pero esa toma de la calle tuvo la limitación de darse por fuera o al margen de cualquier movilización política callejera, aunque no pueda desecharse que el propósito del artista fuera ofrecer a los protagonistas de dichas movilizaciones una parodia de la ocupación de las calles por los representantes del poder. Como era habitual durante el franquismo, como sigue siendo habitual los 12 de Octubre, el día apenas disimulado de la Hispanidad.
 Luisa Espino ha optado también por conectar el ámbito del arte con el de la movilización y la protesta callejera, aunque ella lo haga no con propósitos paródicos sino instructivos. De hecho la exposición People Have the Power - que ella ha curado para el concurso Inéditos 2013 (23.04.13) de la que ahora se llama Fundación Especial Caja Madrid – puede ser interpretada como una auténtico manual de instrucciones sobre cómo organizar manifestaciones de protesta. Ella lo explica tanto en el texto curatorial como en el diálogo que sostiene con Iván López Múnera reproducido en el catálogo: toda manifestación tiene las siguientes partes: los actores, las figuras de difusión del mensajes, el escenario - que es el espacio público -  y la duración. E ilustra cada una de esas partes con ejemplos tomados de la tradición de movilizaciones que en Occidente se inicia con las protestas contra la Guerra de Vietnam y el Mayo del 68 y termina con los mítines y los piquetes de la Plataforma Anti Deshaucios española, pasando por las ocupaciones indignadas de Wall Street, la Puerta del Sol y la Plaza Syntagma. Esta ejemplificación es en cierto sentido insuficiente: son demasiados los ejemplos que podría citarse a propósito de cada uno de los capítulos mencionados como para que pudieran caber en un espacio tan reducido como el que han puesto a disposición de Luisa Espino. Pero en otro sentido es suficiente para demostrar hasta qué punto la potente tradición de movilizaciones de protesta ha sido siempre iluminada por muy variados y fecundos despliegues de la imaginación. De imaginación política obviamente.

NB: Echo en falta sin embargo documentación referida a los ¨ escraches ¨, esa forma radical de responder a la privatización de la política con la politización de la vida privada de quienes privatizan.      


lunes, 27 de mayo de 2013

Ana María Rueda: el bosque sin sombra.



El interés de Ana María Rueda por el bosque  cobró forma por primera vez en la instalación Fuego, realizada en 1999 en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, que fue una suerte de réplica a escala de un bosque, construida con trozos de árboles talados en el entorno de la ciudad. La marca impresa con fuego en cada uno de ellos evocaba el conflicto entre el desgarramiento y la regeneración al que los árboles están siempre expuestos. Ahora Ana María recupera este tema solo que lo hace entrelazándolo con el despliegue de una fascinante disección del dispositivo fotográfico.  Digo para decirlo con los términos utilizados por Jean Marie Schaeffer para exponer su concepción de que la fotografía no es el simple resultado de una cámara, cualquiera que ella sea, sino del complejo dispositivo que involucra al fotógrafo,  al espectador y la cultura que los une, rige la composición de las imágenes fotográficas y les otorga un sentido inevitablemente incierto.

Este concepto ampliado de la fotografía es el que disecciona Ana María Rueda en la exposición Bosque sin sombra, abierta actualmente en la galería NC- arte (04.05.13) en el marco Fotográfica, la muestra internacional de fotografía que Bogotá celebra anualmente. La exposición es un mosaico desplegado sobre los muros de dos salas contiguas de la galería y compuesto por fotografías y por dibujos en negro. En muchos y muy distintos matices del negro. Las fotografías son todas fotografías parciales de unos apilamientos de finas láminas de madera que recuerdan con fuerza los abultados legajos de los archivos de antes. De las épocas de la escritura sobre pergaminos y papeles, que precedieron a la actual y en la que la escritura coexiste con la fotografía en los archivos y los bancos de datos de soporte digital, sin que la proliferación tendencialmente infinita de ambas anule su carácter monumental ni su utilización como documentos.  

Pero aún más poderosa que esta evocación lo es la calidad visual de estas fotografías determinada por los sutiles matices de luz que individualizan  a cada una de ellas. Y las convierten en auténticas fotografías: grafía de luz, grafía con la luz. La expresión ¨ bosque sin sombra ¨ es paradójica: el bosque por definición es umbrío, una teoría de luces y de sombras que sólo queda anulada por efecto de la oscuridad de la noche que Eduardo Galeano ha invocado con esta fórmula mágica e inolvidable: ¨ Ellos son dos por un error que la noche corrige ¨.

La fotografía trae consigo su propia paradoja: en el momento de disparar la cámara el visor se cierra y en ese instante verdaderamente decisivo el fotógrafo no ve lo que la cámara capta. De allí que la fórmula ¨ la fotografía objetiva la mirada ¨ sea siempre inexacta porque la cámara no capta lo que el fotógrafo ha visto sino lo que él vio antes de que la cámara lo viera. Este punto ciego, este parpadeo, esta interrupción en la continuidad de la visión, tiene su contrapartida en los dibujos negros que mencioné antes, que se intercalan en el fascinante despliegue de fotografías con el que Ana María Rueda rinde homenaje a la paradoja  de un bosque sin sombra. El bosque que desaparece en la sombra.    

                

domingo, 26 de mayo de 2013

Por quién doblan las campanas.



La foto es de Kevin Lamarque, de la agencia Reuters, y la publicó el diario El País de Madrid (24.05.13) como mera ilustración de la crónica muy elogiosa que Antonio Caño, su corresponsal en Washington, dedicó al discurso en el que Obama prometió regular el uso mortífero de los drones, cerrar el penal de Guantánamo y poner fin a la guerra sin fin contra el terrorismo. Y lo que la foto enseña es un ángulo de un mitin de solidaridad con los presos en ese penal, que adelantan desde hace semanas una huelga de hambre para exigir su liberación. En ese ángulo se una gran foto del propio Obama, acompañada de lemas, y al pie de la misma un varón blanco, presumiblemente wasp, con la cabeza rapada, gafas de sol y vestido con la misma clase de uniforme naranja que usan los penados en Guantánamo y en el resto de las cárceles americanas. En las manos sostiene una pancarta en la que se lee: John Pope. In day [11] of Hunger Strike. El resto del texto no se puede leer con claridad, aunque si el cartel que lleva colgado del cuello otro manifestante, vestido con el mismo uniforme penitenciario y con la cabeza cubierta con una capucha negra: Free Guantanamo Hunger Strikes.
Y claro, uno piensa que esos activistas son la sal de la Tierra, los justos cuya  intrépida protesta  salva del definitivo hundimiento en la ignominia a una sociedad que, con el pretexto de la ¨ guerra contra el terrorismo¨,  ha consentido sin excesivas protestas las agresiones bélicas que han sumido en el caos, la ruina, la muerte y la desesperación a Afganistán, Pakistán, Iraq, Yemen…Por hombres como ellos, uno piensa que las lecciones de desobediencia civil de David Thoreau y el anti imperialismo de Mark Twain no fueron en vano. Que todavía, y a pesar de la abrumadora eficacia de los medios de persuasión de masas americanos, hay en ese país gente que piensa con cabeza propia y considera que su libertad ya no es tal si consiente que el Gobierno detenga a la gente indefinidamente y sin que medien la formulación de cargos, el debido proceso,  fiscales y abogados defensores, un código penal previamente establecido. Y el Habeas Corpus, desde luego.Que la acusación de ¨ terrorista ¨  por mucho que la profieren las más altas instancias del poder no te convierte de suyo en terrorista. Que esa acusación, como cualquiera otra acusación, debe ser probada más allá de cualquier duda razonable.
A esta virtud republicana habría que añadir el compromiso con el destino común de la humanidad, que les impide a este puñado de activistas pasar por alto u omitir la violación sistemática de los más elementales derechos humanos de las que han sido víctimas los penados de Guantánamo simplemente porque no son ciudadanos americanos.  Porque son musulmanes que, para más inri, pertenecen a pueblos y etnias que por su turbia naturaleza  no comprenden qué es la libertad y jamás podrán comprenderlo.  Los citó Ernst Hemingway en el encabezamiento de la novela que dedicó a la guerra civil española y yo cito aquí nuevamente estos versos ineludibles de John Donne:   
Ningún hombre es una isla / La muerte de cualquiera me afecta porque soy parte de la humanidad/ Por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas/ Doblan por ti. 

lunes, 20 de mayo de 2013

La escena sin fin y ¨ la revolución permanente ¨.



El  compromiso más exigente que desde el punto de vista emocional he tenido en los últimos meses ha sido, la presentación de La escena sin fin. El arte en la era de su big bang, mi libro más reciente, editado por Micromegas de Murcia. La primera de dichas presentaciones fue en la sede del Espacio Trapezio de Madrid y la hicieron Aurora Fernández Polanco y Fernando Castro. Ella fue muy amable, hasta el punto de afirmar que sentía que el libro había sido escrito específicamente para ella, tal era la coincidencia entre sus temas y los temas que a ella le interesan y apasionan. Su afirmación sin embargo no me sorprendió porque yo leí artículos y ensayos suyos antes de conocerla en persona y desde entonces sigo leyéndola con gran interés, por lo que soy bien consciente de cuán coincidentes son nuestras preocupaciones intelectuales y afinidades electivas.  En cambio, la presentación de Fernando Castro me sorprendió. Y no porque fuera irreverente y provocadora, que era algo que daba por descontado, sino por su formato, verdaderamente original. Yo admiro a Fernando porque su dominio de la parole es tan magistral como lo es su dominio de la langue, o sea, que habla tan bien como escribe. Y por eso sus conferencias y presentaciones resultan tan seductoras. Pero en esta oportunidad decidió convertir la presentación de mi libro en un auténtico show mediante un uso muy innovador y desenfadado del power point. Empezó diciendo que él no había leído el libro pero los múltiples comentarios que hizo de su contenido demostraron que lo había leído a consciencia, hasta el punto de detectar redundancias en un párrafo del mismo, que a mí, que soy su autor y que he revisado el manuscrito no sé cuantas veces, se me habían pasado completamente. Entre sus objeciones, retengo la que hizo al concepto de ¨revolución permanente ¨, que yo tomo del Karl Marx del Manifiesto comunista y utilizo en mi libro para captar el movimiento de transformaciones incesantes en temas, escenarios, medios técnicos y recursos retóricos y lingüísticos característico del arte contemporáneo. Fernando Castro señaló que la fórmula es contradictoria o inconsistente porque la revolución, por su propia naturaleza, es excepcional y por lo tanto no puede ser permanente. Esta critica tiene sentido en el plano estrictamente lógico pero no así en el del ¨ movimiento real ¨ para decirlo de nuevo con palabras de Marx, porque la historia efectiva del capitalismo es la historia de continuas revoluciones que, en cada coyuntura y en cada formación social, trastocan las relaciones establecidas en los ámbitos de la política, la economía, la cultura y la sociedad y que sin embargo no han hecho hasta ahora nada distinto a perpetuar el capitalismo a escala planetaria. Esa paradoja, la de la permanencia en el cambio, es la paradoja del capitalismo. Y la del arte que es más suyo: el  arte contemporáneo.