El compromiso
más exigente que desde el punto de vista emocional he tenido en los últimos
meses ha sido, la presentación de La escena sin fin. El arte en la era de su big
bang, mi libro más reciente, editado por Micromegas de Murcia. La primera
de dichas presentaciones fue en la sede del Espacio
Trapezio de Madrid y la hicieron Aurora Fernández Polanco y Fernando
Castro. Ella fue muy amable, hasta el punto de afirmar que sentía que el libro
había sido escrito específicamente para ella, tal era la coincidencia entre sus
temas y los temas que a ella le interesan y apasionan. Su afirmación sin
embargo no me sorprendió porque yo leí artículos y ensayos suyos antes de
conocerla en persona y desde entonces sigo leyéndola con gran interés, por lo
que soy bien consciente de cuán coincidentes son nuestras preocupaciones intelectuales
y afinidades electivas. En cambio, la
presentación de Fernando Castro me sorprendió. Y no porque fuera irreverente y
provocadora, que era algo que daba por descontado, sino por su formato,
verdaderamente original. Yo admiro a Fernando porque su dominio de la parole es tan magistral como lo es su
dominio de la langue, o sea, que
habla tan bien como escribe. Y por eso sus conferencias y presentaciones
resultan tan seductoras. Pero en esta oportunidad decidió convertir la
presentación de mi libro en un auténtico show mediante un uso muy innovador y
desenfadado del power point. Empezó
diciendo que él no había leído el libro pero los múltiples comentarios que hizo
de su contenido demostraron que lo había leído a consciencia, hasta el punto de
detectar redundancias en un párrafo del mismo, que a mí, que soy su autor y que
he revisado el manuscrito no sé cuantas veces, se me habían pasado
completamente. Entre sus objeciones, retengo la que hizo al concepto de
¨revolución permanente ¨, que yo tomo del Karl Marx del Manifiesto comunista y utilizo en mi libro para captar el
movimiento de transformaciones incesantes en temas, escenarios, medios técnicos
y recursos retóricos y lingüísticos característico del arte contemporáneo.
Fernando Castro señaló que la fórmula es contradictoria o inconsistente porque
la revolución, por su propia naturaleza, es excepcional y por lo tanto no puede
ser permanente. Esta critica tiene sentido en el plano estrictamente lógico
pero no así en el del ¨ movimiento real ¨ para decirlo de nuevo con palabras de
Marx, porque la historia efectiva del capitalismo es la historia de continuas revoluciones
que, en cada coyuntura y en cada formación social, trastocan las relaciones
establecidas en los ámbitos de la política, la economía, la cultura y la
sociedad y que sin embargo no han hecho hasta ahora nada distinto a perpetuar
el capitalismo a escala planetaria. Esa paradoja, la de la permanencia en el
cambio, es la paradoja del capitalismo. Y la del arte que es más suyo: el arte contemporáneo.
La intervención de Theo Firmo
Hace 13 años
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