martes, 24 de agosto de 2010

Theresienstadt: historia y memoria

La oportunidad de ocuparme en este blog de Austerlitz la extraordinaria novela de W.G. Sebald - me ha llegado gracias a Aurora Fernández Polanco quien tuvo la buena idea de sugerirle a Fernando Baños Fidalgo que me enviase una copia de su libro El turista de la memoria. En torno a la memoria lenta del Austerlitz de Sebald, que es de hecho la tesina con la que él obtuvo su maestría en el marco del programa de doctorado en Historia del Arte que ofrece la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Baños asistió a los cursos de Aurora Fernández sobre experiencia y memoria y eso se nota en su trabajo, fuertemente marcado por las teorías de Didi- Huberman sobre las relaciones entre la imagen, la memoria y la historia con las que Aurora Fernández ha contraído a su vez, y en el despliegue de su propio trabajo de investigación, una deuda importante. Y no menciono esta circulación de deudas para objetarlas ni mucho menos - que al fin y al cabo las ideas son de quién las trabaja - sino para situar teóricamente el esfuerzo de Baños y singularmente su aproximación a la novela de Sebald. Novela histórica donde las haya y no sólo porque la principal línea argumental entre todas las que protagoniza Jacquot Austerlitz a lo largo de sus casi 300 páginas desemboque en el gueto de Theresienstadt – que como tal gueto fue ciertamente un acontecimiento histórico. No: la impronta histórica de esta novela la decide en realidad el hecho de que Austerlitz es un historiador vocacional de la civilización burguesa, que intenta encontrar y descifrar sus claves en las estaciones del ferrocarril, en los zoológicos, los jardines botánicos y las bibliotecas, así como en sus paisajes y parajes característicos. E inclusive en balnearios tan legendarios como el de Marienbad. A todos ellos Austerlitz los trata no solo como hitos civilizatorios significativos sino como auténticos monumentos que lo son por las historias que los distinguen, les prestan relevancia y les otorgan sentido. Austerlitz no es, sin embargo, un observador histórico objetivo y distante sino, como ya dije, vocacional, apasionado si se quiere, que no consigue separar su vida de sus meticulosas observaciones porque en el fondo de sí obra un trauma sepultado en el olvido que le guía en la elección en definitiva inconsciente de los diversos motivos de sus meticulosas observaciones. Y por esta misma razón Austerlitz no es solo un personaje de novela - en el sentido corriente del término - sino también un emblema del papel crucial, más aún imprescindible, que el olvido cumple en el ámbito de la memoria y al cual la historia no quiere o no puede en realidad prestar atención. ¨ Recordamos gracias a que olvidamos y olvidamos por razones que no conseguimos recordar ¨, viene a decirnos con su vida Austerlitz, que se erige así testigo no solo en contra del optimismo de la historia moderna que da por supuesto que todo el pasado puede ser recuperado, fijado y expuesto en términos positivos sino también en contra de la clase de memoria que está subordinada hasta tal punto al paradigma histórico que da por definitivamente abolida la dialéctica entre el recuerdo y el olvido que sin embargo le es inherente o característica.
Como bien se sabe Didi- Huberman es un crítico de la concepción moderna de la historia y singularmente del tributo que dicho concepto paga al tiempo cada vez que da por supuesto que la historia avanza y que su avance es tan irreversible como lo es el avance del tiempo. Sólo que él piensa que la supeditación de la historia al tiempo se supera con una reelaboración figurativa e inclusive alegórica del concepto del tiempo que, sin embargo, sigue siendo asumido - aunque sea de manera subrepticia - como la potencia que determina soberanamente el curso de la historia.
Otro de los medios utilizados por Didi-Huberman para cuestionar la historia moderna son las imágenes, a las que ha concedido un papel crucial en sus propias investigaciones históricas porque considera que ellas representan una clara alternativa a la composicion de discursos históricos por medios literarios y a partir exclusivamente de fuentes litearias. El Atlas Mnemosyne de Abby Warburg es el antecedente mas notable de una toma de partido que es tanto metodologica como epistemológica, pero tambien lo es Walter Bénjamim, quien llegó a postular la existencia de imágenes que por sí mismas exhiben la capacidad de hacer saltar a la historia de su curso inexorable, permitiendo la recuperación de un pasado omitido o extraviado sin aparente remedio en la historia dominante. Baños inscribe su trabajo en esta tendencia y por esta razón acuña o baraja en su texto conceptos como los de imagen- recuerdo, imagen- cristal, imagen- ralentizada e imagen- dialéctica e inclusive acuña otro, el de ¨ mirada lenta ¨, en un intento de calificar la mirada del propio Sebald. Pero lo que consigue cuando los aplica tanto a la relectura del episodio en el que Austerlitz busca ansiosamente el rostro de su madre definitivamente perdida en un documental nazi del gueto de Theresienstadt como a las dos fotos de una anónima niña de ese mismo gueto que Baños encontró en los archivos del Memorial de la ciudad es todo menos el descarrilamiento de la historia. Él lo único que ve en ese episodio y en esas fotos es el horror inimaginable del gueto. Y esa mirada suya tiene dos problemas. El primero consiste en que ninguna de las fotos sobre las que reflexiona Baños trasmite, comunica o causa por sí misma el horror en quien las contempla. Si cualquiera de ellas evoca ¨el horror del gueto¨ es porque nosotros - a diferencia de las multitudes a las que en la época se les ocultaban las atrocidades que cometían los nazis detrás de sus muros – estamos suficientemente informados de lo que allí pasaba y de la existencia de los planes de exterminio del pueblo judío adoptados y puestos en práctica implacablemente por la Alemania nazi. La fotografía, como bien aclaró Jean Marie Schaeffer, es defectiva y por lo mismo exhibe siempre un déficit de sentido que tiende a ser saldado por el discurso que se apropia de ella y la pone en circulación. A ella le da igual que el discurso que la incorpora lo elabore el historiador o el periodista en función de un público determinado o los deseos, las filias o las fobias intransferibles de un sujeto puramente individual. Ella, en cuanto sólo fotografía, es un acontecimiento puramente visual.
El segundo es que esa mirada de Bolaños que solo ve el horror en unas cuantas imágenes se le escapa el horror implícito en la historia efectiva de Therensiestadt - una ciudad que por lo demás ha recuperado su nombre original checo de Terezín - y cuyo gueto fue considerado por Hannah Arendt como un ejemplo notable de lo que ella misma condenó, en su ensayo Eichmann en Jerusalem, en estos duros términos: ¨ Para los judíos, el papel que desempeñaron los dirigentes judíos en la destrucción de su propio pueblo constituye, sin duda alguna, uno de los más tenebrosos capítulos de la tenebrosa historia de los padecimientos de los judíos en Europa¨. Y atribuye al deseo de los fiscales israelíes que instruyeron el proceso contra Eichman de escamotear esa complicidad, la decisión de excluir de la documentación puesta a disposición de los jueces y del jurado el libro de H.G. Adler Theresinestad 1941-1945 - que por lo demás el propio Baños cita en su libro. ¨ La razón de que tal obra no fuera incluida es evidente - razona Arendt. El libro describe detalladamente el modo en que el Consejo judío de Theresienstadt formaba las ¨ listas de transporte ¨ después de que las SS les hubieran dado algunas directrices, concretando el número de judíos que debían ser transportados, su edad, sexo, profesión y país de origen. La postura de la acusación hubiera quedado debilitada si se hubiera visto obligada a reconocer que la determinación de los individuos que debían ser enviados a la muerte era, salvo escasas excepciones, tarea de la administración judía ¨- concluye Arendt. Aquí, en este sobrio pasaje escrito por la gran teórica del totalitarismo, hay quizás muchos más motivos para el estremecimiento que en las fotografías que han horrorizado a Baños. Y en todo caso sí que hay una iluminación benjamiana que, recuperando del pasado un episodio omitido o reprimido por la leyenda del Holocausto, arroja una luz esclarecedora sobre las verdaderas características de nuestro presente.

El fin del verano

El verano concluye sin remedio y habré de volver a este cuaderno de bitácora de mi deriva interminable por los archipiélagos del arte. Me espera Madrid y poco despues Paris y de nuevo Madrid, antes de partir a Murcia, a la inaguración de Manifesta. La crisis sigue, los presupuestos de cultura se recortan, pero el entusiasmo y el activismo no han cedido todavía un ápice en nuestro mundillo. Veremos lo que pasa.