jueves, 24 de noviembre de 2011

Santiago Sierra y el 11-M

Hay una escena en El resplandor de Stanley Kubrik que resulta crucial no solo porque desvela de un golpe la enajenación mental en la que se ha hundido el escritor interpretado por Jack Nicholson sino porque nos enfrenta al hecho de que la fuente del terror anida antes que en las sombras confusas en el seno de la repetición implacable y maníaca. Es esa escena en la que Wendy - la esposa del escritor - se acerca a la máquina en la que él ha estado durante semanas enteras supuestamente escribiendo una novela y descubre que lo que en realidad ha estado haciendo durante todo ese tiempo es teclear incesantemente una sola y la misma frase. Es la escena que se me vino a la cabeza viendo la instalación realizada por Santiago Sierra en Helga de Alvear de Madrid e inaugurada el jueves pasado (17.11.11). Es, anticipo, una intervención formalmente impecable. En la sala principal de la planta baja de la galería, las paredes pintadas de un blanco impoluto están cubiertas de arriba abajo de folios de papel impreso, pegados limpiamente siguiendo una estricta trama cartesiana. El centro de la sala está ocupado por una gran mesa cubierta con montones igualmente ordenados de los mismos folios que cuatro fotocopiadoras inter conectadas reproducen incesantemente. Parece una instalación de Hanne Darboven, solo que aún más limpia, más fría, más abstracta. La perturbación, el desasosiego, incluso el terror capaz de arrebatarnos y desquiciarnos emergen paradojalmente del seno de esa misma repetición sistemática y fría. Porque cuando te detienes ante cualquiera de los folios fotocopiados ad nausean por orden de Santiago Sierra solo puedes leer un término enigmático que se repite de manera igualmente infinita: CMX04. Y si para despejar su enigma acudes a Google y tecleas te encuentras con una decena o mas de webs que te explican que ese término es el código con el que la OTAN identifica y numera sus Crisis Management Exercices, unos ejercicios antiterroristas realizados en distintas capitales europeas con el fin de prever y gestionar las consecuencias de los mismos. Sólo que todos esos sitios que te aguardan en Google están centrados en los ejercicios de ese tipo que empezaron en Madrid el 4 de marzo y concluyeron el 10 de marzo de 2004, justamente en víspera de los terribles atentados del 11- M que causaron 194 muertos y cerca de 1.000 heridos. Pero al tenor de dichas webs esta coincidencia no es una simple coincidencia sino un indicio firme de que dichos ejercicios encubrieron los atentados que se supone debían prevenir. En una artículo publicado en KAOSENLARED se cita, por ejemplo y con afán probatorio, estas declaraciones del capitán Eric H. May, ex oficial del Ejército americano: ¨ La forma más fácil de ejecutar un ataque bajo bandera falsa es hacerlo bajo cobertura de un ejercicio militar que simule la realización del mismo ataque que se quiere llevar a cabo verdaderamente¨. La sospecha es desde luego tan enorme que resulta difícilmente creíble y además contradice abiertamente el fallo de la justicia española que condenó a un grupo de militantes de Al Qaeda como responsables de los atentados en los trenes de cercanía de Madrid. Pero debo confesar que mi rechazo inicial ante tan escalofriante hipótesis recibió un golpe contundente el 20 de Noviembre, día de elecciones generales en España y fecha elegida por el diario El Mundo de Madrid para publicar avances de El precio del trono,el nuevo libro de la periodista de investigación Pilar Urbano. Ella, como quizá se recuerde, es la autora de Jefe Atta. El secreto de la Casa Blanca (2004), un libro documentadísimo que narra en detalle y de manera muy convincente cómo, cuando, donde y quien ordenó, programó y realizó los atentados del 11-S en América. O sea Al Qaeda y el mismísimo Ben Laden. Los apartes publicados del nuevo libro de Urbano se centran igualmente en una acción terrorista, aunque esta vez lo haga en la que hoy nos parece remota y que sin embargo tuvo para España consecuencias tanto o más importantes que las que tuvo para el mundo los atentados del 11-S. Me refiero al atentado que costó la vida al almirante Carrero Blanco y a su chofer, que en su día fue reivindicado abiertamente por ETA y que es comúnmente aceptado como un trágico acontecimiento que paradójicamente facilitó la llamada Transición a la democracia, al ¨ remover¨ uno de los mayores obstáculos a la misma: el propio Carrero Blanco, que por entonces estaba en capacidad de llevar adelante con éxito la estrategia de prolongar el franquismo después de la muerte de Francisco Franco. Pilar Urbano zarandea esta versión de los hechos mediante un relato muy documentado y pormenorizado de los mismos que, aparte de mostrar el papel crucial cumplido por la CIA en el diseño del exitoso atentado contra el almirante, corrige la hipótesis de que Washington quería quitarlo del medio sólo por su oposición a la restauración de la democracia en España. Según el libro, lo que terminó por hacerle perder definitivamente la paciencia a Henry Kissinger, fue el rechazo de Carrero Blanco a la renovación del tratado que permitía la existencia de 4 bases militares americanas en suelo español y, sobre todo, su plan de dotar de armamento nuclear a España. Pero lo que a mí me resulta más inquietante del relato de Urbano es la manera cómo la CIA se las ingenió para que ETA llevara a cabo el atentado contra Carrero Blanco sin saber que dicho atentado servía también a los intereses del Imperio al que la propia ETA decía entonces combatir. Esa sí que fue una interpretación virtuosa de la táctica denunciada por el capitán May de ¨ ejecutar un ataque bajo bandera falsa¨ ¿Acaso fue esta misma táctica la que el 11-M utilizó a los comandos de Al Qaeda como antes se los había utilizado el 11- S? La sola formulación de esta pregunta produce vértigo.

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