El cuadro Guernica de Picasso cumple 75 años de pintado y el Museo Reina Sofía lo celebra con una exposición (04.10.12) cuyo título Encuentros con los años 30 resulta tan anodino como revelador. Y todavía más después de escuchar en la rueda de prensa de presentación de la misma a Jordana Mendelson, la cabeza del equipo curatorial, explicando los motivos por los que eligieron dicho título. ¨Los años 30 fueron una época de encuentros: de los artistas entre sí y de los artistas con el pueblo¨, se atrevió a decir para referirse a la que fue probablemente la década más conflictiva del siglo pasado. ¿ Encuentros de los artistas entre si? ¿Cuando todos los artistas estaban a la greña entre sí: los futuristas contra todos al igual que los surrealistas, los constructivistas, los abstractos, los muralistas mexicanos… etcétera, etcétera?. Y eso sin contar que ya De Stijl se había dividido porque unos cuantos de sus integrantes se había atrevido a violar el dogma y utilizar la diagonal en sus cuadros y que George Bataille y su grupo se escindieron de de los surrealistas y que el resto de los surrealistas echaron de la cofradía con malas maneras a Salvador Dalí. Y en medio de todas esas turbulencias Picasso dejándose querer de todos y no casándose con nadie. En fin, que las vanguardias artísticas de esos años protagonizaron unos enfrentamientos tan arduos y enconados que hoy, en esta época del vale todo y de un eclecticismo que no se atreve a decir su nombre, nos parecen francamente incomprensibles. Y qué decir de la década misma, inaugurada por la crisis económica más grave y devastadora padecida hasta entonces por el capitalismo mundial a la que siguieron el (ir)restible ascenso de Adolfo Hitler al poder, la invasión de Etiopia por la Italia fascista, la Guerra Civil Española, las demoledoras purgas estalinistas, la guerra chino japonesa y para rematar el estallido de la Segunda Guerra Mundial en septiembre de 1939. ¡Demasiados desencuentros insalvables para tan pocos años¡
Pero el problema con esta exposición no se reduce al simple desacierto de su titulo. Ese desacierto en realidad es un síntoma de la voluntad de apaciguamiento que domina esta exposición de cabo a rabo. En ella, y tras el calificativo anodino de ¨ encuentros ¨, ha desaparecido el ruido y la furia de aquellos años trágicos y sólo resta el silencio con el que se exponen una al lado de la otra obras de arte que ya no son más ¨ armas de combate sino barricadas contra el tedio¨, como dijo algún poeta de la vida. Y quizás esta situación sea inevitable, quizás esta paz de la sepultura que se concede inclusive a las obras de los conflictos mas intensos sea la única misión posible del museo, por mucho que Manuel Borja Villlel se haya destacado como director durante estos años precisamente por defender que el papel del museo contemporáneo es reactivar políticamente el pasado, impidiendo que la historia lo clausure lapidariamente. Me temo sin embargo que esta exposición es el despertar del sueño imposible de convertir al museo en un medio privilegiado de la acción política insumisa. Esa que hoy se despliega impetuosamente en la calle y en la red y en una coyuntura mundial que vuelve a ser de la peor crisis y las más atroces guerras.
Pero el problema con esta exposición no se reduce al simple desacierto de su titulo. Ese desacierto en realidad es un síntoma de la voluntad de apaciguamiento que domina esta exposición de cabo a rabo. En ella, y tras el calificativo anodino de ¨ encuentros ¨, ha desaparecido el ruido y la furia de aquellos años trágicos y sólo resta el silencio con el que se exponen una al lado de la otra obras de arte que ya no son más ¨ armas de combate sino barricadas contra el tedio¨, como dijo algún poeta de la vida. Y quizás esta situación sea inevitable, quizás esta paz de la sepultura que se concede inclusive a las obras de los conflictos mas intensos sea la única misión posible del museo, por mucho que Manuel Borja Villlel se haya destacado como director durante estos años precisamente por defender que el papel del museo contemporáneo es reactivar políticamente el pasado, impidiendo que la historia lo clausure lapidariamente. Me temo sin embargo que esta exposición es el despertar del sueño imposible de convertir al museo en un medio privilegiado de la acción política insumisa. Esa que hoy se despliega impetuosamente en la calle y en la red y en una coyuntura mundial que vuelve a ser de la peor crisis y las más atroces guerras.
Esta no es una exposición que me apetezca ver en especial, a pesar del reclamo del Guernica. Faltan piezas esenciales. Más de lo mismo y sobretodo reflejo de una crisis que a pesar de estar inmersos en ella, no nos apetece ver-
ResponderEliminarA estas alturas, es más que tendencioso afirmar que Borja Villel " ... se haya destacado como director durante estos años precisamente por defender que el papel del museo contemporáneo es reactivar políticamente el pasado, impidiendo que la historia lo clausure lapidariamente. "
ResponderEliminarHasta cierto punto es comprensible que, dado el nivelito que se gastaban los anteriores ocupantes del cargo de director del Reina, se le haya dado una cierta cancha a la tarea de Borja, y que los cien días de cortesía habitualmente concedidos a políticos y similares, se hayan multiplicado en su caso hasta alcanzar los 1000 y pico, pero resulta ya obvio que su labor al frente de este espacio ha resultado a todas vistas deficitaria.
Resulta obvio que tras la hueca cháchara inicial sobre Hubs, Nodos y tubérculos varios, se escondía poco más que la habitual red clientelar e ideológicamente inánime, subsidiaria del status quo más formalito e informalista, a la que incluso los más bienpensantes parecen haberse habituado de forma resignada.
Que a Borja le asusta el arte es algo tan claro como que al arte, Borja le resulta irrelevante.
Dejemos ya de endiosar a tecnócratas estériles y afrontemos los verdaderos temas relevantes.
un saludo cordial.
No me parece que desde un anónimo se puedan afirmar estas cosas y aún más sin argumentos algo más sólidos que el desacreditar sin más desde la opinión.
EliminarUno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con líneas de trabajo pero para ello hay que argumentar y si no se sabe argumentar es mejor irse a un bar y soltar la mala baba allí con los amigotes y no hacer como que se escribe contra la institución y creerse que se es muy guay. Un blog es para discutir y reflexionar.
Dicho esto, encuentro que la exposición debería haber tenido en cuenta a los artistas que se situaron en el lado de los totalitarismos. habría sido interesante confrontar a Arno Brecker con obras de "arte degenerado" y a los artistas que apostaron por la República con los que se refugiaron bajo el franquismo.
Resulta indispensable para esta muestra visitar la sala de la colección de los años 30 en otro ala del edificio, pero estoy de acuerdo en que lo que fueron los 30 fue sobre todo un desencuentro.
Para el contexto español eché en falta las imagenes de las dos exposiciones del 29 en Sevilla y Barcelona, porque aunque era otra década era el mismo tiempo y la misma manera de pensar, recuperar esas dos exposiciones era insertar la reflexión en este contexto y ese es uno de los reproches que pueden hacerse a la gestión del museo, un cierto desapego por el contexto. Pero eso es otra discusión.
El arte es la interpretación de la realidad por parte del artista, es él quién decide qué y cómo reflejarla. Nosotros, como simple observadores de ese objeto artístico, creación de otro, no podemos más que valorar de manera positivo o negativa, siguiendo nuestra más pura subjetividad. Como espectadores solamente podemos eso, valorar.
ResponderEliminarPues a mi me ha gustado. Yo he visto muy claramente el encuentro de totalitarismos y de los intentos de busqueda de un espacio propio de los seres frente al imperio.
ResponderEliminarLos encuentros no son siempre pacíficos, y al construir destruimos inevitablemente.
Claro que yo no tengo que vivir haciendo creer a otros que pienso sesudamente, luego lo mismo sueno trivial.