domingo, 18 de julio de 2010

Alhóndiga/Bilbao.

La Alhóndiga de Bilbao es una mezcla - que me resulta inédita - de centro cultural, de ocio y al mismo tiempo de deporte y otras actividades corporales, amén de comercio exquisito y restauración de autor. Pero todavía mas insólita me resulta su arquitectura, obra de un Philip Stark que ha llevado hasta el paroxismo su tendencia al capricho y la exhuberancia formales. Esa que ha encontrado tan buena caja de resonancia en el muy mediático eclecticismo posmoderno. La estructura del proyecto es desde el punto de vista de su esquema espacial simple: Stark dejó en pie la fachada original del antiguo mercado de vinos y demolió todo lo que aún quedaba de él para generar una gran plaza cubierta sobre el que se alzan tres bloques de cuatro plantas y recubiertos de ladrillo visto. Pero desde el punto de vista estético, o retórico si se quiere, el resultado es mucho mas abigarrado y decididamente efectista. La plaza, aunque de techos altos, siempre está en penumbra. Los tres bloques son ciegos o lo son sus ventanas, la crujía que los separa es excéntrica y contribuye con su anomalía a generar unos falsos patios altos, estrechos, dramáticos, ominosos. Igual de sombrios e inquietantes que los espacios claustrofóbicos de la imposible ciudad de Los Ángeles imaginado por el escenógrafo de la pelicula de Blade Runner. El delirio formal alcanza sin embargo el paroxismo antes mencionado en las decenas de columnas que mantienen en pie los tres bloques. Todas son excesivamente gruesas y excesivamente bajas y cada una es de su padre y de su madre, como suele decirse para remarcar que una cosa no tiene absolutamente nada que ver con ninguna otra. Una es el capitel de una columna ciclópea egipcia. O lo parece. Otra es un cilindro de falsa obsidiana ceñido por una descomunal pata de gallo dorada, como dorados son los cordones que están en el lugar de su basa y de su capitel. La tercera es un ensamblaje de formas geometricas desnudas. La cuarta... en fin ¿ para qué seguir ? si mis palabras resultan en este punto igual de impotentes que si intentaran describir la ornamentacion desaforada de un portal o un altar mayor diseñado por el muy excéntrico Churrigure.
Creo que con esta obra Starck ha entonado el canto de cisme del eclecticismo posmoderno. Aunque nunca en realidad se sabe.

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