sábado, 15 de octubre de 2011

Alighiero e Boetti y la crisis de la subjetividad.


La exposición de Alighieri e Boetti en el Museo Reina Sofía (04-10.11) me trae a la cabeza una época entera. La de la segunda gran revolución cultural moderna. O la tercera, si es que a la protagonizada por las vanguardias históricas del primer tercio del siglo XX sumamos la del romanticismo, tanto o más fecunda y grávida de consecuencias duraderas como fue la de las vanguardias que ya consideramos históricas. La revolución que contó a Alighieri Boetti como uno de sus protagonistas italianos más significativos carece sin embargo de un apelativo comúnmente aceptado y el de posmoderna le resulta quizás inadecuado porque la definición de ¨ la condición posmoderna¨ que ofreció Jean Françoise Lyotard en el año que ya nos parece remoto de 1978, se parece más al balance prematuro de las consecuencias de un ciclo que a un análisis convincente de los movimientos que todavía actuaban en el seno del mismo. Un ciclo abigarrado, contradictorio, turbulento y renuente al esquema y la etiqueta y que- desde el punto de vista político - estuvo marcado por la impresionante resistencia internacional a la intervención militar americana en la guerra de Vietnam y el Mayo del 68 francés, pero también por la Primavera de Praga, el multitudinario 69 italiano y la revolución cultural china, tan influyente aunque a tantos les pareciera entonces demasiado ajena y remota. Y que en el plano cultural puso en cuestión con un radicalismo inédito a los sujetos entonces establecidos de la historia, la política, el arte o la propia cultura. O sea al Hombre, que de ser imprescindible paso a ser, gracias a las teorías de Michel Foucault, una figura epistémica reciente y por lo tanto perecedera. Y también la clase social, a cuya lucha interminable se despojo del papel crucial de motor de la historia atribuido por el marxismo, al tiempo que se le negaban protagonismo y legitimidad a los partidos políticos que - igualmente desde Marx - se reclamaban como representantes políticos de la clase obrera y medios y agentes imprescindibles de la revolución que habría de poner fin a los tiempos, tan anunciados, tan esperados. El Yo fue a sí mismo derrocado, y no solo por la muy heterodoxa e influyente relectura de Sigmund Freud realizada por Jacques Lacan sino por un estructuralismo que reivindicó una historia sin sujetos y un habla sometida a las estructuras subyacentes de la lengua. La literatura fue sacudida por el anuncio de la muerte del autor y el arte por la negación no solo de la autoría, que ahora se diseminaba en el espacio público, sino también de la obra de arte que dejó ser duradera, consistente, exenta, valiosa, para ¨ disolverse en el aire¨ a golpes de performances e intervenciones site specific. And last but no least: la irrupción de un nuevo feminismo y la emergencia de un poderoso movimiento de reivindicación de los derechos de gais, lesbianas y transexuales puso radicalmente en cuestión a la figura del páter familia que pasó a ser simplemente el producto de una cultura patriarcal que asignaba papeles y discriminaciones sexuales como si fueran realidades naturales inmutables y no productos históricamente determinados de dicha cultura.
El solo listado de los rasgos más destacados de esa coyuntura ciertamente revolucionaria produce vértigo y señala hasta qué punto contrastan sus días con los nuestros, en los que su legado está completamente normalizado o desactivado, cuando no reprimido o tachado subrepticiamente. Y cuando toda la capacidad de demoler el orden dado o establecido parece concentrarse exclusivamente en el poder financiero que, quizás como ningún anterior, ha podido disolver la consistencia del mundo convirtiéndolo en una auténtica fábula. Pero hoy vale la pena recordar esa época aunque solo sea para entender mejor lo que Alighiero Boetti hizo en ella y con ella. Por ejemplo, consigo mismo, que si en un momento dado de su carrera decidió desdoblarse en Alighiero e Boetti, o sea en Alighiero y Boetti, fue porque intentó con ese desdoblamiento situarse de la manera más apropiada en la crisis generalizada de la subjetividad que he reseñado antes. De hecho Lynne Cooke - en el meticuloso ensayo sobre Boetti incluido en el catálogo de esta muestra - cita unas declaraciones del artista en las que él manifiesta su deseo de que el mundo consciente y el inconsciente ¨ pudieran darse la mano sin quedar confundidos, en lugar de tenerlos a los dos hacinados en el opresivo contenedor del sujeto¨. ¿Alighiero el consciente y Boetti el inconsciente o viceversa y ambos dándose la mano y exhibiendo los frutos de su diáfano acuerdo en los escenarios de un arte deseoso de confundirse con el mundo? Quizás. Pero aún en el caso de que fuese cierta esta interpretación no es suficiente, porque Aligherio e Boetti en vez de limitarse a posar de gemelos - como ya lo estaban haciendo Gilbert & George en Inglaterra - utilizó su duplicación para asumir la crisis de la subjetividad no como un fait accompli sino como una meta por alcanzar. Como algo por desencadenar y corporizar y no como algo ya definitivamente dado. Pero para desencadenar su peculiar ¨ crisis de la subjetividad ¨ adoptó la perspectiva del ¨ traidor manierista ¨ - para decirlo en términos de Achille Bonito Oliva - que en antes que dinamitar o rechazar en bloque prefiere adulterar, desviar o pervertir aquello que lo domina porque es de alguna manera consciente que aquello que lo domina forma parte de sí mismo. Y la retícula - o ¨ grilla modernista ¨ que diría Rosalyn Kraus - debió parecerle a Boetti algo tan determinante del destino del sujeto moderno como lo habían sido de hecho los tejidos de las Parcas para el sujeto arcaico, que dedicó una parte muy significativa de su obra a liberarse liberando a la retícula de sus constricciones específicas. De allí que no resulte del todo casual o puramente aleatorio que Boetti haya iniciado su carrera artística con piezas tan tempranas como Niente da vedere niente da nascondere o la serie Cimento dell´ armonía e dell´ invenzione, ambas de 1969, y en las que pervertía la grilla modernista que por ese mismas fechas sometía a su rigurosa disciplina a las obras de Carl Andre y de Sol Lewitt. Ni tampoco que esas misma carrera haya alcanzado su plenitud con las ¨ alfombras ¨, las célebres alfombras de Alighiero e Boeti, que terminaron convirtiéndose en una imagen indisociable de su ¨ marca ¨ artística, y en las que se entremezclaron estructuras reticulares modernas y tradicionales, bordado y cartografía, concepción artística y elaboración artesanal, autoría y anonimato, historia y leyenda, patriotismo y globalización de una manera que ya no podríamos calificar de manierista sino propiamente de neobarroca.

2 comentarios:

  1. Hola, buenas tardes,
    perdone que me dirija a usted a través de este blog, pero no he conseguido otro medio.
    Colaboro para una galería de arte en Toulouse, donde próximamente haremos una exposición de Resbier. Me gustaría hacerle unas preguntas, acerca de uno de sus escritos ("Resbier: la luz que emerge de las sombras"). Si tiene tiempo (¡y ganas!), puede ponerse en contacto conmigo en elviramateos@laposte.net.
    Gracias por adelantado

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  2. Elvira, he intentado comunicarme contigo a la direccion que me has enviado y siempre con el mismo resultado: el servidor no la reconoce y rechaza el mensaje. Prueba a escribirme a la mia: cjimoz@gmail.com

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