lunes, 12 de marzo de 2012

Cristina Lucas y las brujas.


En la mitad del pasado mes de febrero la prensa de Madrid trajo la noticia de que el Ayuntamiento de la ciudad de Colonia, en Alemania, había rehabilitado la memoria de Katharina Henot, anulando el proceso judicial que la condenó a la hoguera por brujería cuatro siglos antes. El empecinado promotor de esa rehabilitación es Harmut Hegeler, un pastor cristiano que lleva años intentando que las actuales autoridades alemanes revisen los juicios por brujería que entre los siglos xvi y xvii condenaron a una muerte ignominiosa a por los menos 60.000 mujeres en Alemania. Eso sin contar con el espanto de las torturas. Y Hegeler no está solo en ese empeño, porque otros integrantes de la red a la que está ligado consiguieron que en 2010 el parlamento europeo limpiara el nombre de Anna Goldi, una criada de 48 años quemada por bruja en 1782 en el pueblo suizo de Glarus y que pasa por ser la última víctima conocida en Europa Occidental de ese siniestro capítulo de su historia etiquetado como La cacería de brujas, al que por lo demás evocamos de manera tan ingenuamente infantil en la noche del Halloween. Por esta razón - así como por los dos siglos largos que nos separan del final de la misma - no sorprende que ayuntamientos como los de Aachen o de Büdingen hayan rechazado la solicitud de reabrir las viejas causas de brujería afirmando que ¨ tenían cosas más importantes qué hacer¨. Como por ejemplo - digo yo- realizar esos ¨ ajustes estructurales ¨ con denominación de origen FMI, que ahora asolan las economías europeas y que para una investigadora como Silvia Feducci son sin embargo el eslabón perdido que une la cacería de brujas con las estrategias contemporáneas de expropiación financiera de los bienes comunes. En el prólogo de su libro Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, la notable investigadora italiana cuenta que - después de haber dejado durmiendo el sueño de los justos en un sótano de Nueva York la documentación que le permitió escribir la primera versión del mismo - se fue a trabajar a Nigeria donde, en el bienio 1984-1986, fue testigo los devastadores efectos sobre la situación de las mujeres del país los planes de ajuste estructural impuesto por el FMI al gobierno de turno y que a ella le evocaron las querelles des femmes del siglo xvii. ¨Fui testigo- afirma Feducci – de la instigación de una campaña misógina que denunciaba la vanidad y las excesivas demandas de las mujeres y del desarrollo de un candente debate (…) que tocaba todos los aspectos de la reproducción de la fuerza de trabajo: la familia (polígama frente a monógama, nuclear frente a extendida), la crianza de los niños, el trabajo de los mujeres, las identidades masculinas y femeninas y las relaciones entre los hombres y las mujeres¨. O sea de la mayoría de los aspectos que fueron puestos en entredicho por la despiadada estrategia de amplio espectro y larga duración que entre los siglos xvi y xvii permitió la realización de la acumulación originaria de capital mediante ¨ el cercado de las tierras comunes, la conquista y el expolio de América, la apertura del comercio de esclavos a gran escala y una guerra contra las formas de vida y las culturas populares que tomó a las mujeres como su principal objetivo¨.
Con la actualidad y la pertinencia de la campaña a favor de la anulación de los procesos por brujería también está de acuerdo Iris Gareis - profesora de etnología de Francfurt - que ha informado que ¨ sólo entre 1994 y 1998 alrededor de 5.000 mujeres fueron acusadas de brujería, perseguidas y ejecutadas en Tanzania ¨. Ignoro si Cristina Lucas está al tanto de esta literatura o, por lo menos, de la campaña de rehabilitación de las brujas actualmente en marcha en Alemania, si sé en cambio que el video que presenta actualmente en el marco de su expo individual en la galería Juana de Aizpuru de Madrid, hace blanco en esa diana. El video documenta una performance suya en la que interpreta el papel de una bruja que es llevada ante un tribunal inquisitorial, juzgada y condenada al escarnio público, su larga cabellera cortada de un tajo por el verdugo encapuchado, desnudada, embadurnada de brea y emplumada. Luego la llevan en un camión y la abandonan en el bosque, donde la redime de su soledad el encuentro con un saltimbanqui que, como ella, está embreado y emplumado. Y si cada obra de arte no es nada sin el contexto que la hace posible y le otorga sentido, habría que decir que el video de Cristina Lucas adquiere todo su sentido en una coyuntura política como la actual en España, en la que un gobierno sumiso al papado ha decidido emprenderlas de nuevo contra las mujeres y su derecho a decidir sobre su sexualidad y sobre la maternidad. La bula de 1489 por medio de la cual el Papa Inocencio VIII definió y condenó la brujería afirma que a¨ los oídos de Su Santidad ¨ han llegado noticias de la existencia de mujeres ¨que mediante sus brujerías, hechizos y conjuros, sofocan, extinguen y hacen perecer la fecundidad de las mujeres, la propagación de los animales y la mies de la tierra¨. Resulta estremecedor comprobar hasta qué punto sigue vivo entre nosotros el ominiso legado de ese Papa despiadado.

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