El seminario
Repensar los modernismos latinoamericanos: flujos y desbordamientos (Museo Reina Sofía,3-4.03.12) tuvo su propio temario: las genealogías en flujo, las narraciones cruzadas, el auge y la reinvención de la abstracción latinoamericana pero el despliegue de los mismos, asi como los debates que los acompañaron, estuvieron invariablemente asediados por la querella de las interpretaciones y el cuestionamiento del canon. La exposición de la propia interpretación como crítica de otra interpretación la ejemplificaron tanto Ariel Jiménez como Luis Pérez-Oramas, en sus ponencias sobre la obra de Ligya Clark. Ambos afirmaron que sus interpretaciones implicaban una crítica del ¨discurso hegemónico¨, del cual sin embargo no se ocuparon directamente aunque - dado el contexto del seminario - podía suponerse que se referían a lo que numerosos críticos y teóricos posmodernos han dado en llamar el discurso ¨ modernista¨. La cuestión del canon irrumpió por su parte en el seminario, en la mañana del sábado 3 de marzo, con la ponencia de Luis Camnitzer, quién criticó airadamente el canon porque determina jerarquías e impone exclusiones en los ámbitos del arte moderno y contemporáneo. Desgraciadamente él tampoco ahondó en las características o por lo menos los rasgos sobresalientes del mismo, aunque en el debate ulterior citara el ejemplo de las portadas de la revista
ArtForum de las últimas tres décadas, para él, verdaderos ejemplos de cómo la canonización determinada por las modas culturales metropolitanas es efímera y en definitiva vana. Y fue una pena que no lo hiciera porque las cuatro décadas largas que ha vivido en Nueva York le han dado una vasta experiencia y un amplio conocimiento - como artista, como crítico y como docente - del funcionamiento efectivo del centro hegemónico por excelencia del arte moderno y contemporáneo. De su mercado y de las maquinas e instituciones artísticas que le han permitido a la metrópolis por excelencia de la modernidad imponer durante mucho tiempo y a escala planetaria qué es el arte, sea moderno o posmoderno, y cuáles las obras y los artistas ejemplares, su historia y sus vicisitudes. Y fue probablemente por esta razón por la que fue durante la intervención de Camnitzer cuando me sentí con más claridad la condición fantasmal de la mayoría de las evocaciones hechas previamente al ¨discurso hegemónico¨, al ¨modernismo ¨ y desde luego al ¨canon ¨ en el seminario. Se fueron en contra de ellas pero solo como invocaciones que pretendían bastarse a si mismas dando por supuesto que la audiencia compartía con los ponentes complicidades y sobrentendidos. Y quizás fue por esta razón que me sentí mas a gusto escuchando las ponencias de Estrella de Diego y de Andrea Giunta, aunque también a ellas las rondaran esos mismos fantasmas. Pero al menos Estrella de Diego enmarcó su tesis de que Sofía Tauber fue una fuente de inspiración mas directa del trabajo de Ligya Clark que el propio Mondrian en la capacidad que pudo ostentar la bienal de Sao Paulo de 1951 de enmendarle la plana a los centros hegemónicos europeos reivindicando a una artista que esos mismos centros colocaban en un plano secundario con respecto a su marido Hans Arp. Y Andrea Giunta realizó una operación equiparable enmarcando su meticulosa presentación de los artistas agrupados ente 1944 y 1946 en torno de las revistas
Arturo y
Arte concreto e Invención, en el deseo de dichos artistas de que Argentina tomara el relevo de una Europa embarcada en su peor guerra en la agencia y la promoción de unas vanguardias a los que esa misma Europa había dado previamente la espalda. Ambas investigadoras supieron darle cuerpo así a dos problemas relevantes en los ámbitos de la hegemonía y el canon omitidos en la hipóstasis que estos conceptos sufrieron en las intervenciones de la mayoría de los otros ponentes.
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