Así pasa con ¨la supresión violenta en el ágora del debate político¨, que es cuanto menos una exageración, porque en Occidente o si se quiere, en el ámbito del Imperio Americano, ya no se estila la supresión violenta del debate político, como la que intentó ejecutar el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, el 23 F de 1981. El periodista Jordi Évole, de la Sexta cadena, lo presenta en Operación Palace - su imaginativa versión del intento de golpe de Estado de esa fecha - como él único de los protagonistas del mismo que no estaba al tanto de que trataba de un golpe de Estado simulado, fake, destinado exclusivamente a conjurar, gracias a la impericia e inoportunidad de sus ejecutores, al golpe que realmente se estaba tramando en los cuarteles. No se puede promover impunemente un golpe de Estado al día siguiente de un golpe fracasado sin exponerse a un fracaso todavía más rotundo. El simulacro se encargaría, además, de promover la imagen del rey Juan Carlos como salvador providencial de la por entonces frágil democracia española. La que para una importante corriente de opinión y para muchos activistas de la época debía mucho más al asesinato del almirante Carrero Blanco por ETA que a los Pactos de La Moncloa.
Pero sea o no cierta esta polémica versión de unos hechos - cuya
documentación todavía es un secreto de Estado - es en cambio inobjetable que Tejero no se dio
cuenta en ningún momento que esa clase de asalto al parlamento ya desde
entonces estaba destinado exclusivamente a los países del Tercer Mundo más débiles
y vulnerables. En el resto, los métodos de someter los parlamentos a poderes
independientes de la voluntad popular ya
eran mucho más incruentos, aunque de hecho fueran - y sigan siendo - mucho más
eficaces. No es este el sitio, obviamente, de intentar siquiera el inventario actualizado
de esos métodos y de sus cada vez más invasivos medios de realización, como
tampoco de evaluar seriamente hasta qué punto su acción conjunta determina que
tantos de nosotros aceptemos complacidos ¨ la servidumbre voluntaria ¨, diseccionada tempranamente por el humanista Étienne de La Boetie. Pero sí que cabe subrayar ciertos aspectos que
resultan muy reveladores en el violento pronunciamiento de Tejero. El primero -
y más notorio - es el hecho de que fue televisado y por lo
tanto sometido al mismo régimen de contundente verosimilitud al que está sometida
en general la información televisiva. El régimen cuya eficacia que garantiza
que nos creamos sin apenas sospechar todo lo que ¨ la caja tonta ¨ nos ofrece. Y
que así como nos indujo a tantos a creer que La operación Palace era la verdad por fin revelada de lo que
realmente ocurrió el 23 F, provocó igualmente la protesta por la emisión de la
misma de prácticamente todos los partidos del arco parlamentario español. Ambos
fuimos convencidos de la verdad contenida en esa fábula televisiva, aunque sospecho
que ellos más que el resto de los mortales. O sea que este régimen de
verosimilitud es reversible y sirve igualmente para exponer la verdad como para
simularla. Para mostrar tanto una auténtica insurrección popular como para
convencernos de la existencia efectiva de un simulacro de la misma.
En cuanto al resto de las tesis de
Medina sobre la escena artística contemporánea me permito dos observaciones
adicionales. La primera que, aunque
dicha escena sea efectivamente un lugar de
convivencia y encuentro interclasista, no es el único. Como tampoco que
esa escena sea la única que da lugar a los debates políticos normalmente
excluidos de la agenda parlamentaria y mediática por obra y gracia de los
arreglos de la clase política y del periodismo hegemónico. Desde luego que esta
clase de debates excepcionales se dan en
el mundo del arte contemporáneo pero su alcance e intensidad no pueden
compararse con la que revisten dichos debates en la red. Que la ciberesfera es
mucho más convocante e ¨interclasista ¨ - y desde luego multitudinaria - de lo que
jamás podrá serlo la escena artística
contemporánea. De esto sí que sabe
Marcelo Expósito.
Y POR OTRA PARTE TAMBIÉN TENEMOS QUE NOMBRAR EL PELIGRO QUE CORRE LOS HECHOS PUNTUALES POLÍTICOS AL SER TRATADOS POR EL ARTE Y CONVERTIRSE EN MERA BANALIDAD, YA QUE ESTOS MISMOS HECHOS, POLÍTICOS EN LA ESFERA PUBLICA ADQUIEREN OTRA RELEVANCIA Y PUNTOS EN DODNDE LA CONDICIÓN DE CLASE SON INSUPERABLES
ResponderEliminarMaravilloso!!!
ResponderEliminarMaravilloso!!!
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