Los países son los paisajes. Esta
afirmación es como la ecuación suprema
que guía a la industria turística, una de las mega industrias que nos legó el
siglo XX, tan pródigo en legados deletéreos. Por esta razón puede resultar
sorprendente que la misma encabece la colección de imágenes y textos de Pedro
G. Romero que, bajo el título más neutro de Los
países, ha publicado hace poco la Editorial Periférica de Cáceres y la
galería Casa sin fin de Madrid. Porque si algo ha demostrado Romero a lo largo
de décadas de empecinada y coherente labor artística es su resistencia a
aceptar sin someterlos previamente a crítica cualquiera de los tópicos que articulan nuestra
cultura. Cultura hiper tópica, aunque ella misma no lo reconozca y ni siquiera
nos lo parezca. De hecho su proyecto de larga duración, el insólita work in progress titulado Archivos FX, sale al encuentro del ¨mal
de archivo ¨ que padecemos con una estrategia sesgada o perversa - según se
mire – que encuadra los documentos y los ¨restos ¨ wocjmanianos apartados,
desechados u omitidos por las historias hegemónicas en una grilla categorial
que duplica la prestigiosa nomenclatura y el abundante glosario de las
vanguardias artísticas del siglo XX. Nadie, ningún artista que yo sepa, había
hecho algo semejante, a pesar de que la posibilidad de hacerlo la abrió Michel
Foucault hace cuatro décadas o más. En
el inicio de su introducción a Las
palabras y las cosas el notable arqueólogo de los saberes declara que ese libro nació de la risa que le
causó la enciclopedia china - citada o imaginada por Borges - que divide a los animales en: ¨a/
pertenecientes al Emperador, b/embalsamados, c/ amaestrados, d/ lechones, e/ sirenas,
f/ fabulosos, g/ perros sueltos, h/ incluidos en esta clasificación, i/ que se
agitan como locos, j/ innumerables, k/ dibujados con un pincel finísimo de pelo
de camello, l/ etcétera, m / que acaban de romper el jarrón, n / que de lejos
parecen moscas¨.
El libro Los países participa de esta actitud radicalmente heterodoxa. La
aplicación del silogismo los países son los paisajes a Euskadi la resuelve
Pedro G. mediante un collage de imágenes y textos que subvierte no solo la
impactante estrategia turística de identificación de los unos con los otros
sino la proteiforme y todavía inagotada consagración romántica del paisaje. Las
fotos son poco o nada vistosas, en blanco y negro y en pequeño formato y lo que
muestran no son calas idílicas ni bosques encantados sino fábricas,
escombreras, encrucijadas anodinas, aguas contaminadas, grafitis, anuncios
callejeros… Si ese es el País vasco, cualquier país post industrializado puede
ser el país vasco. Huelva puede ser una ciudad del país vasco. El tono, el temple
si se quiere de los textos es congruente con el desencantado de las fotos que
los acompañan. Textos fragmentarios, de diferentes autores además, que apuntan
en distintas direcciones y que sin embargo y a pesar de su dispersión se dejan
atraer, como si fuera un centro de gravedad, por el gran interés de Pedro G.
por dos cuestiones importantes. La primera, la celebración del paisaje, o su
retórica - como prefiere calificarla Juan Sebastián Cárdenas, el autor del
prólogo – que es interrogada desde diversas perspectivas críticas, incluida la
que pone en cuestión los elogios a las altas cumbres nevadas hechos por la
actriz y cineasta Leni Riefensthal y los de las sendas perdidas y la cabaña del
bosque debidos a Martin Heidegger. Hay en estas celebraciones una voluntad de
pureza, no solo racial, aunque también, que no puede ser menos que inquietante.
Aunque la comparta también el Thoreau de Walden. La vida en los bosques, traído a cuento igualmente por Pedro G. Romero, cuya puesta
en práctica, cuya performance si se quiere, del mito de la armonía originaria
entre el individuo y la naturaleza - o directamente de la identidad sin fisuras
del uno y la otra - es una de las
fuentes de inspiración del actual movimiento ecologista. La cita de Thoreau no es en vano porque se
articula con el segundo foco de interés de Pedro G, que es el debate contemporáneo en torno a
la destrucción/ conservación del medio ambiente. Él rehuye sin embargo el
maniqueísmo en la cala que hace del mismo en este libro. Gracias a varios
de los textos que ha incluido no queda otra que neutralizar la oposición
romántica entre la el bosque y la fábrica, porque el bosque ya no es más que la
antesala cuidadosamente diseñada de la fábrica. En Euskadi obviamente, aunque
no solo allí.
Termino celebrando el hecho de que esta
pequeña obra maestra sea poliédrica, una
auténtica polifonía de voces literarias e imágenes para nada invasiva, a la que
cabe calificar igualmente de dialógica.
Excellent post. Your article about landscapes makes us to feel lively. thanks for sharing.
ResponderEliminarArte Digital