Ayer(23.09.08) asití a la rueda de prensa de presentacion de las dos nuevas exposiciones del Centro 2 de Mayo en la ciudad de Móstoles, y me sorprendi de hasta qué punto la arquitectura efimera es capaz de absorver a la duradera. Cierto: la propia sede del Centro parece estar condenada de antemano a esta clase de usurpación de lo que, en principio, deberia templar y mandar. Este es un edificio de nueva planta, situado en una de las calles mas antiguas de una ciudad que hace medio siglo era poco más que un pueblo, cuyos arquitectos, sin embargo, debieron adaptarse a la exigencia de las autoridades de incorporar en su proyecto ¨la casona ¨, una casa del montón, sin más mérito que el de ser vieja y estar ligada a alguno de los episodios que dieron fama a Móstoles en 1808, cuando la villa fue uno de los focos de la virulenta insurreccion contra el régimen del rey José I, el hermano de Napoleón Bonaparte.El resultado de la aceptacion de esta exigencia es que la escueta fábrica de manposteria de la casona vivirá en adelante - como la bala en el muslo de un veterano de guerra - incrustada en el cuerpo de un edificio marcado a fondo por una rotunda vocacion de modernidad. Tanta, que deseñando incluso el paradigma del white cube introducido en la museística por el MoMA, apuesta por la fusión de todos los espacios interiores de un edificio en un espacio unficado y dinámico. Esa fue la leccion inaugural del arquitecto Frank Lloyd Wright, que tan honda y duraderamente impactó a los protagonistas de la vanguardia arquitectónica europea del primer tercio del siglo XX. La leccion sigue siendo inolvidable pero, en el ámbito museístico plantea problemas muy complicados, que fueron los mismos que dieron origen a la interminable querella entre Sweeny - el primer director verdaderamente profesional del Guggenheim de Nueva York - y el propio Wright, el arquitecto de la primera y muy emblemática sede del museo situada en la calle 85. La pugna fue muy dura y concluyó con la derrota del joven Sweeny, que no logró convencer a la baronesa Hilla von Rebay - la amante del viejo Solomon y el apoyo incondicional de Wright - de que en la espiral, a la vez mística y vertiginosa diseñada por Wright, no habia manera de montar en condiciones una exposicion de arte. Esas aguas trajeron esos lodos y ahora, en las plantas espaciosas y diafanas del Centro 2 de mayo - cuyo vestíbulo desaforado evoca sin apenas disimulo el patio central del Guggenheim de Wright -, no hay quien monte una exposicion, sin ayuda de unas potentes prótesis escenográficas. O si no, que se lo pregunten a Virginia Torrente, quién en la tesitura de montar los 22 videos que integran la exposición ¨ Gustos, colecciones y cintas de vídeo¨ de la que es comisaria, debió pedir auxilio a un equipo de arquitectos jóvenes para que diseñaran y construyeran una arquitectura efimera que permitiera exhibir simultáneamente esos videos sin que aquello se conviertiera en un pandemonium. En una jaula de locos: en el manicomio de Charenton, con los locos vociferantes interpretando el Marat/Sade de Peter Weiss. Carlos Palacios, Eva Gil y Uriel Fogué - los integrantes de ese equipo - lo consiguieron: cada vídeo está en su lugar, perfectamente aislado de los restantes desde el punto de vista tanto acústico como visual. Sólo que la contundente arquitectura efimera que han construido para lograrlo, ofrece al espectador unos lugares y unos transitos ente unos y otros que evocan sin ambages las escenografías expresionistas de la pelicula El doctor Mabuse. Mira por donde: en el corazón de un espacio caracteristico de la baja modernidad, venir a toparse con un tópico - nunca mejor dicho - de ¨ la pantalla siniestra ¨,diseccionada admirablemente por Siegfrid Kracauer.
Caballero, qué raro encontrarme contigo aquí.
ResponderEliminarBueno - quedas agregado.
¡Un abrazo!
Kamen
http://www.waitingforcargo.net