Antes de marcharse del todo Jacques Derrida nos legó en su libro Espectros de Marx la invitación a crear una fantología general, una ciencia de los fantasmas, que vendría a ser la respuesta teórica más apropiada a una época en la que ha vuelto a rondar - si es que alguna vez ha dejado de hacerlo - el fantasma del comunismo y en la que la mercancía ha alcanzado bajo la forma de ¨ productos financieros¨ la plenitud de su condición fantasmática. Eso para no hablar de cuánto esa fantologia derridiana en ciernes podría ayudarnos a interpretar el más reciente episodio protagonizado por el fantasma que ha desplazado al del comunismo como fuente mayúscula de terror en el imaginario del Imperio Americano: el fantasma de Osama Bin Laden. Y digo fantasma porque fue un fantasma el que compareció y desapareció de la escena mediática planetaria en una jornada fulminante que se inició con el asalto de su casa en Abbotabad, cerca de Islamabad - la capital de Pakistán - y concluyó con la sepultura de su cadáver en algún incognito paraje marino. El relato mediático de lo que ocurrió en esas horas incontables, se ha multiplicado desde entonces modificándose cada vez y su argumento es tan simple como escasos y reiterativos los detalles que incorpora en cada una de sus variaciones. Un comando de Seals – unidad de élite de la marina de guerra americana – transportado por helicópteros invadió en la madrugada del 1 de mayo el conjunto residencial que servía de refugio al terrorista más buscado de la historia, mató primero al hombre que era su enlace con el mundo y a la mujer que le acompañaba, luego penetró en la casa principal y mato a un hijo de Osama y finalmente lo mató a él e hirió a otra mujer. Después se llevaron el cuerpo de Bin Laden y destruyeron el helicóptero caído o derribado al inicio del operativo. La dramática jornada concluyó en el portaviones desde donde arrojaron el cadáver al mar.
¿Pero, me pregunto, todas estas peripecias ha ocurrido en realidad? Las imágenes, esas garantías incontestables de realidad en nuestra cultura de la imagen, cultura escopofílica par excellence, nos han sido sin embargo escamoteadas. La del cadáver ¨ por motivos de seguridad nacional ¨, según Obama, y las de la ejecución del operativo han sido reemplazadas por simulacros virtuales del mismo y por las fotos de la casa y de los restos del helicóptero perdido quien se sabe cómo por el comando. Huellas, restos, vestigios igual de inciertos de un personaje y de un drama cuyo carácter fantasmal se ha intentado conjurar con la divulgación Urbi et Orbi de una foto captada por el fotógrafo Pete Souza en la Situation room de la Casa Blanca, donde aparecen Obama, Joe Biden, Hillary Clinton, Robert Gates, Mike Mullen et altri, todos con los ojos puestos en algo que está irremediablemente fuera de la foto, con excepción del hombre que ocupa nada menos que el sillón presidencial, el general Marshall ´Brad ´Webb, quien concentra su mirada en el ordenador portátil que tiene delante suyo y desde el que probablemente está controlando la proyección que, según la versión oficial, están viendo el resto de los allí reunidos. Y lo que ven - según esa misma versión - son las imágenes en tiempo real del operativo de la liquidación del fantasma que durante tanto tiempo ha asediado a los presentes. Aunque, en realidad, lo que están viendo es una edición en caliente de esas imágenes remitidas y comentadas por Leon Panetta desde la sede del cuartel general de la CIA en Langley, Virginia. O sea que ni siquiera las autoridades máximas del Imperio, convocadas ex profeso en la Situation room para certificar con todo el peso de su incuestionable poder la verdad del asesinato de Bin Laden, pueden estar seguras de haber visto algo más que su imagen. En suma: el fantasma de Bin Laden apareció en escena sólo para desvanecerse definitivamente en el aire.
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