Regreso a este blog después de una larga ausencia, que ha coincidido con el largura de un verano que ha sido para mi de bienales. Un verano alargado de manera insólita por unas altas temperaturas que, al menos en el sur de Europa, se han prolongado mas allá del fin oficial del estío. Pero no voy a desviarme hacia el inquietante calentamiento global, porque lo que me interesa aquí es compartir las impresiones y las sensaciones que me han dejado, a modo de sedimento, las visitas a tres bienales: la de Venecia, la de Lyon y la de Estambul. La primera de esas impresiones residuales es la de que la bienalización ha alcanzado su clímax o su paroxismo en la edición de este año de la bienal de Venecia. En el extenso artículo que escribí sobre la misma para la revista ArtNexus, la califiqué de ¨ bienal de la bienalización ¨ no solo por su tamaño desmesurado sino porque expuso rotundamente el carácter multicultural adquirido por las bienales y las mega exposiciones que se celebran actualmente en el mundo. En el articulo citado intenté especificar el alcance de esta etiqueta genérica en el mundo del arte apelando al concepto de wunderkamera, que utilicé tempranamente para calificar la Documenta 12, curada por Roger Bruegel. Pero como aún este concepto no me pareció suficientemente congruente con la realidad específicamente artística del multiculturalismo, apelé a la ¨ cartografía surrealista del arte ¨, en el entendido de que fueron los surrealistas los primeros agentes de la vanguardia histórica que valoraron enfáticamente el arte hecho por fuera de la escena, la historia y de los cánones estéticos occidentales. O sea, el arte tradicional africano y, en general, el arte de los pueblos entonces llamados ¨ primitivos ¨, así como el arte de los visionarios, los niños y los locos. La inclusión de la colección de piedras de Roger Callois en el pabellón Biennale de la bienal de Venecia certificó el compromiso o la influencia ejercida sobre el curador Massimiliano Gioni por ese notable antecedente del multiculturalismo representado por la cartografía surrealista del arte. E igual papel podría asignarse a la inclusión, en la muestra realizada en la Greek Primary School y en el marco de la bienal de Estambul, del legendario documental que Jean Rouch dedicó a una ceremonia celebrada por nativos en los años 50 del siglo pasado en una colonia británica situada en el Golfo de Guinea. Ceremonia catártica, desde luego, e innovadora a su manera, a la que no sería excesivamente disparatado calificar de versión inesperada, extrema, del teatro de la crueldad artaudiano.
La bienal de Lyon no escapó a esta orientación general, sólo que concediendo un papel muy destacado a un grupo de artistas contemporáneos brasileños, a los que en su mayoría desconocía hasta entonces. Destaco a tres. En primer lugar a Paulo Nazareth que realizó una gran instalación multimedia que exploraba sus raíces africanas y las tensiones racistas que aún se dan en Brasil. En segundo lugar a Paulo Nimer Pjota, cuyo enorme mural en la fachada principal de la Sucrière, así como sus de pinturas de gran formato, de forma y colores impactantes, estaban animadas por su deseo de establecer relaciones significativas entre el viejo colonialismo y la actual globalización. Y en tercer lugar a Gustavo Speridiao, que presentó una versión de la historia del arte moderno y contemporáneo que, aunque emparentada en su audacia y pugnacidad con los Archivos/Files de Pedro G. Romero, tenía un punto humorístico verdaderamente notable.
En la bienal de Estambul tres cuartas partes del mismo multiculturalismo, así como igual apuesta que las otras dos bienales de la recuperación de la pintura y del objeto artístico, que ahora comparten espacio y valoración con la fotografía, el video y la performance. Sin embargo lo que realmente me fascinó fue la video proyección animada digitalmente de Shahzia Sikander en Antrepo, la sede principal de esta bienal. Así como me interesaron mucho las instalaciones en Arter, otra de las sedes, de Stephen Willats y de Angelica Mesiti por su interrogación de las determinaciones estructurales de la subjetividad moderna. El proyecto que Maider López no era desdeñable pero estaba lejos de la potencia de la video instalación Los encargados, realizada por Jorge Galindo y Santiago Sierra.
La bienal de Lyon no escapó a esta orientación general, sólo que concediendo un papel muy destacado a un grupo de artistas contemporáneos brasileños, a los que en su mayoría desconocía hasta entonces. Destaco a tres. En primer lugar a Paulo Nazareth que realizó una gran instalación multimedia que exploraba sus raíces africanas y las tensiones racistas que aún se dan en Brasil. En segundo lugar a Paulo Nimer Pjota, cuyo enorme mural en la fachada principal de la Sucrière, así como sus de pinturas de gran formato, de forma y colores impactantes, estaban animadas por su deseo de establecer relaciones significativas entre el viejo colonialismo y la actual globalización. Y en tercer lugar a Gustavo Speridiao, que presentó una versión de la historia del arte moderno y contemporáneo que, aunque emparentada en su audacia y pugnacidad con los Archivos/Files de Pedro G. Romero, tenía un punto humorístico verdaderamente notable.
En la bienal de Estambul tres cuartas partes del mismo multiculturalismo, así como igual apuesta que las otras dos bienales de la recuperación de la pintura y del objeto artístico, que ahora comparten espacio y valoración con la fotografía, el video y la performance. Sin embargo lo que realmente me fascinó fue la video proyección animada digitalmente de Shahzia Sikander en Antrepo, la sede principal de esta bienal. Así como me interesaron mucho las instalaciones en Arter, otra de las sedes, de Stephen Willats y de Angelica Mesiti por su interrogación de las determinaciones estructurales de la subjetividad moderna. El proyecto que Maider López no era desdeñable pero estaba lejos de la potencia de la video instalación Los encargados, realizada por Jorge Galindo y Santiago Sierra.
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