Ayer (12.01.12) pude comprobar cuán difícil es de lograr esa visión clara y distinta de las cosas preconizada por Descartes porque en nuestros días mediáticos cualquier percepción está afectada por multitud de otras percepciones simultáneas que la alteran y contaminan irremediablemente. Eso por lo menos fue lo que me ocurrió asistiendo a la quema de libros organizada por el artista Avelino Sala en el solar situado al pie del Depósito de agua elevado del antiguo Matadero de Madrid, que como bien se sabe ha sido reciclado en centro artístico, él también polimorfo. La intención de Salas al realizar esta acción no me quedó claro pero ahora mismo no sé exactamente si fue porque no presté suficiente atención a las explicaciones previas del curador de la misma o simplemente porque el hecho mismo de quemar libros me trajo con fuerza a la memoria la célebre quema de libros organizada por las juventudes universitarias hitlerianas con el fin de desterrar de las bibliotecas y las librerías de ese país las obras y los autores que corrompían el alma de la nación alemana. A esta interferencia se sumó el recuerdo del artículo de opinión, publicado en el diario
El País de ayer igualmente, en el que Juan Cruz expresaba su alarma por la decisión del nuevo gobierno de suprimir la Dirección General del Libro y la remisión de las que eran sus funciones a la secretaria que en adelante se hará cargo de las ¨industrias culturales¨. Algo que el escritor y periodista canario comparó con la hipotética decisión de un futuro gobierno español de disolver el Museo del Prado en beneficio igualmente de un ente gestor de las industrias culturales. Y ambos recuerdos se unieron al de
Fahrenheit 451, la inquietante novela de Ray Bradbury llevado al cine por François Truffaut, que pronostica un futuro en que los libros estarían prohibidos y sus poseedores perseguidos por bomberos desdoblados en policías. Cierto, es muy probable que todas estas asociaciones involuntarias no hayan hecho más que distorsionar las intenciones de Sala que quizás se limitaban solo dejar constancia de la crisis final del libro como medio o vehículo privilegiado de expresión del pensamiento y de la cultura. Pero doy fe de que tampoco las tenían todas consigo Fernando Castro Flórez y Juan Carrete, con quienes formé corrillo para comentar el significado de la barricada de libros que ardía delante de nuestros ojos. Con ellos compartí el último recuerdo que me asaltó en esta ocasión, el de mi profesor de literatura del bachillerato que solía encarecernos la lectura argumentado que para nosotros, sus estudiantes adolescentes, los libros todavía podían ser ¨medios de combate¨ y no como lo eran ya para él ¨ barricadas contra el tedio¨.
Pero que flaco está Fernando Castro. No se si me gusta más ahora o antes.
ResponderEliminarHola Carlos, agradezco que hayas pasado por Matadero el día de la acción y este comentario, te paso el texto del comisario, Jose Luis, para que tengas mas info al respecto, http://avelinosala.wordpress.com/2012/01/14/matadero-madrid-funeral-pyre-quema-de-escultura-enero-2012/#more-987
ResponderEliminarla acción (enmarcada dentro del proyecto de Red Bull) revista la idea de resistencia, no es una quema de libros, es una quema de una escultura, que en definitiva es una barricada, y las barricadas se queman para resistir, cortar el paso (y recuerda directamente a las barricadas de la Naval en Gijon). La pieza alude al contexto actual de crisis de la cultura, y quizás haya que quemar para empezar de nuevo. Entender la iluminación de un libro quemado, como lectura y como acto iconoclasta.
A veces como acto simbólico creo que es mas constructivo quemar una pieza que sencillamente construirla.
Te envio un abrzo y espero que con este material tengas mas clara la idea!
Madre mía, no saben ni copiar. Esa pieza ya la vimos en la exposición de Cuauhtémoc Medina en el Ca2m pero por otro artista.
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