La espléndida exposición de las fotografías de Lewis Hine en la Fundación Mapfre de Madrid (06.02.12) trae cuento esa época del mundo en la que los héroes se volvieron singularmente necesarios. Me refiero a los años 20/30 del siglo pasado, suspendidos entre el triunfo de la Revolución rusa y el estallido de la Segunda Guerra Mundial y fracturados por el crack de la Bolsa de Nueva York de 1929, que desencadenó la
Gran Depresión a la que muchos analistas e investigadores se remiten hoy para entender mejor los porqués de la
Gran Recesión que en Europa continuamos padeciendo. Y si digo que entonces los héroes se hicieron necesarios es porque las fuerzas y movimientos políticos y sociales que cumplieron un papel definitivo en esa coyuntura histórica excepcional echaron mano de dicha figura para articular sus respectivos proyectos de hegemonía política y cultural. No hace falta ser un experto en la historia del siglo XX para estar al tanto del relevante papel que en la ideología, en la cultura y hasta en el arte del nazismo cumplió la figura de raíz nietzcheana del
Übermensch, del superhombre, tal y como ella fue reinterpretada o adocenada por Alfred Rosenberg. Ni tampoco hace falta esa formación especializada para reconocer el papel que el héroe cumplió en el seno del estalinismo. En ambos casos se captó, interpretó y exaltó aunque por motivos muy distintos la figura del líder supremo, del líder carismático, en términos semejantes o equiparables a los elaborados por Thomas Carlyle en su obra
On Heroes, Heroe Workship, and the Heroic in History, dada a la imprenta por primera vez en 1841. Sólo que hay una diferencia significativa entre la exaltación del heroísmo de Carlyle y la que tiene lugar en los años 30 del siglo XX. Y esa diferencia la pone el obrero. O más precisamente, el héroe proletario, el héroe del proletariado, autentica innovación histórica en la cultura del heroísmo. Lewis Hine le dedicó una de sus más importantes series fotográficas consagrada a la construcción del
Empire State Building durante el período más agudo de la
Gran Depresión. Y él mismo hizo una selección de las que consideraba mas relevantes y las incluyó en un folleto publicado en 1932 bajo el título de
Men at Work, que encabeza una cita en la que William James afirma que los héroes ya no son los que libran batallas desesperadas sino los que construyen puentes, trabajan en las minas o sirven en la policía o en el cuerpo de bomberos. Las fotos son muy notables y de un poderío icónico difícil de encontrar en la fotografía soviética de la época o en el movimiento coetáneo de la fotografía obrera. Subrayo la de ese
Derrick man, ese ensamblador en las alturas de los pilares y las vigas de acero que forman el esqueleto del rascacielos, que aparece encaramado sobre la bola ciclópea que remata un enorme gancho. O la del
Sky Boy al que se ve trepando por una cuerda de acero a una altura vertiginosa y que antes que a Ícaro evoca a Supermán, la versión americana por antonomasia del mito del
Übermenschen, creada por el escritor Jerry Siegel y el dibujante Joe Shuster precisamente en año de 1932, aunque su primera publicación exitosa se hiciera en la revista
Action Comics 1 en 1938.Fue durante esos años cuando el Hombre de acero defendia con sus poderes excepcionales a los pobres de las humillaciones a las que los sometian los ricos y los mafiosos de la época. La asociación entre el obrero idealizado por Hine y Superman pone además en escena el contraste entre el superhombre aristocratizante y militarizado de los nazis - cuya expresión orgánica fueron las SS fundadas y dirigidas por Heinrich Himmler - y el superhombre americano, que aún desde las primeras entregas de su saga es un superhéroe desdoblado en hombre corriente, en un hijo de granjeros del legendario
Middle West que emigra a Metrópolis y se convierte en un tímido reportero del
Dialy Planet y cuyo aspecto está inspirado evidentemente en el muy frágil de Harold Lloyd. Esta doble personalidad es seguramente una de las claves de su arrolladora popularidad y de su persistencia en el imaginario americano pero lo es también del carácter del
New Deal rooseveltiano que estimula o consiente la exaltación del obrero industrial por Lewis Hine pero que simultáneamente adopta el tono, el estilo y los ideales de la clase media urbana. Incluso puede pensarse que la figura de Superman cumplió el papel de articular en el plano imaginario estas dos facetas, permitiendo que sus super poderes – auténtica sublimación superlativa de la fuerza física de los trabajadores industriales – fueran constantemente enmascarados por la falta de arrojo de un reportero timorato. Concluyo diciendo que me resulta revelador que tanto Hine, como Siegel, como Shuster, terminaran su vida en el olvido y bordeando incluso la miseria. Después del breve interregno rooseveltiano el héroe americano nunca fue mas un obrero y ni siquera un obrero enmascarado.
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