Bajo el título de
Piel de Gallina el museo Artium de Vitoria expone actualmente una exposición antológica de Regina José Galindo que podría interpretarse como una de las respuestas posibles a la inquietante pregunta formulada hace un buen tiempo por la teórica hindú Gayatri Spivak: ¿ Pueden hablar los subalternos ? Desde luego caben pocas dudas de que Regina José Galindo pertenece a ese ámbito acallado y en penumbra donde está confinada la subalternidad. Cierto, ella gano en 2004 el León de Oro que la Bienal de Venecia concede a los artistas participantes de 30 años o menos y desde entonces expuesto en la galería Prometeo Gallery de Milán y en alguna otra galería europea. Pero esa inserción suya en los circuitos del arte internacional no la ha redimido de su condición subalterna que ella, por el contrario, asume plenamente en su vida y en su arte, hasta el punto que puede decirse que en su arte habla la subalternidad mediante hechos. La suya obviamente, pero también la de las mujeres guatemaltecas, sometidas en su gran mayoría a unas estructuras de subordinación patriarcal forjadas en el período colonial y que desde hace cuatro décadas o más son las víctimas preferidas de la violencia política y social que aún hoy continúa cebándose en ese hermosísimo y desdichado país. Al principio de esa etapa aterradora - tal y como ella recordó en el diálogo público que mantuvo con Blanca de la Torre, la comisaria de la exposición(28.01.12) - el asesinato de mujeres respondía a un plan de exterminio sistemático del pueblo maya - la mayoría del país - al que así se quería privar de las madres que le permitían perpetuarse. Pero con el final de esa atroz ¨ guerra sucia ¨, encabezada por el general Ríos Montt, sobrevino en Guatemala un periodo que hoy difícilmente puede calificarse de pacífico debido a los altísimos índices de criminalidad, que cuantifican un estado de violencia difusa y ubicua de la que nadie parece estar a salvo. ¨En Guatemala – explicó Regina se cometen 17 asesinatos al día y aunque la mayoría de las víctimas son hombres, las mujeres son las que se llevan la peor parte. En todos los casos y antes de matarlas, las han violado, torturado o mutilado¨. Esa saña con las mujeres ha sido escenificada por Regina José Galindo en numerosas ocasiones. Así lo hizo tempranamente en una performance de la década de los 90 del siglo pasado, en la que se hizo arrojar desnuda y en una bolsa de plástico en un vertedero público de basura, como si fuera el cadáver de cualquier asesinada. Y así lo ha vuelto a hacer en una performance reciente en la que desnuda bajo una cúpula de metacrilato se sometió a todos los garrotazos que quisieron propinarle unos espectadores cada vez mas excitados. O esa otra en la que se sometía voluntariamente a la durísima experiencia del
waterboarding - el ¨maltrato ¨ legitimado en el Washington de Bush y tan ampliamente utilizado en la ¨guerra sucia ¨ de Guatemala y en todas las que en el mundo han sido. Y siguen siendo.
La escenificación de los padecimientos de las mujeres subalternas exhibe unas características notables. La primera, que en ellas Regina Galindo transgrede la exclusión de la crueldad efectiva y no fingida que separa al teatro del circo romano, exponiéndose a dolores efectivos y no simplemente interpretados. La segunda, que esa inmersión deliberada en las secuelas más abyectas de la subalternidad es un paradójico ejercicio de soberanía, una forma de que el subalterno hable por medio de hechos desde su condición y no desde la del soberano. Como lo hizo a su manera Cristo, que también con hechos desafiaba el lenguaje dominante y no solo la autoridad y la ley encarnadas en el Sanedrín. Regina Galindo evocó esta paradoja cuando, en respuesta a una pregunta sobre ¨su ¨
waterboarding contó en primer lugar que el hombre al que contrató para que la torturara aún no consigue librarse del sentimiento de culpa, a pesar de que ella intenta reconfortarlo explicándole que la responsabilidad de sus sufrimientos es de ella y no de él. Pero este intercambio de papeles entre víctima y victimario – explorado ejemplarmente por Hegel en términos de la dialéctica del amo y del esclavo – también cuestiona el acallamiento de las mujeres subalternas por las que son soberanas o al menos creen serlo. Me refiero a esas feministas que hablan por las mujeres subalternas del Tercer Mundo sin que jamás se les ocurra ponerse en su lugar. O por lo menos, en cederles la palabra.
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