Estan abiertas ahora en Madrid(20.11.08) dos exposiciones, cuya conexion resulta fecunda, significativa. Una - Carl Einstein. La invención del siglo XX - esta abierta en el Museo Reina Sofia y la otra- Brassai. Graffiti - lo está en la sala Goya del Círculo de Bellas Artes. Formal, materialmente son muy distintas: la dedicada a Einstein es amplia y ambiciosa y suma la documentación de época sobre los textos y las revistas que editó o en las que colaboró este historiador y crítico de arte alemán, con los cuadros y las esculturas de algunos de los artistas con los que se apasionó y sobre los que escribió críticas y ensayos que, aún hoy, se pueden leer: Juan Gris, Dalí, Miró, Picasso, especialmente Picasso. La de Brassai, por contraste, resulta muy magra porque está compuesta sólo de una buena colección de graffitis parisinos captados por la cámara infatigable del fotógrafo al quién Henry Miller celebró como ¨ el ojo de Paris¨ Completan la muestra un par de vitrinas con ejemplares de revistas en las que como en Minautaure colaboró, así como un tapiz y una pantalla donde se pasan diapositivas de las fotos en color que, en fecha tardía, hizo igualmente de graffitis. Magra, modesta exposición si se quiere, pero, insisto, unida con la Einstein por una vinculo tan intenso como soterrado, que no es otro que el de la antropología moderna. O, siendo mas preciso aún, unidas por un concepto del hombre característico de la modernidad, que resulta al mismo tiempo abstracto y elemental. En una de las salas de la muestra de Brassai han reproducido sobre la pared blanca e impoluta una comentario de Picasso a la obra del fotógrafo, cuya última frase es absolutamente reveladora: ¨Lo mas abstracto es quizás el colmo de la realidad ¨ Y abstracto si, muy abstracto, es decir despojado de todo lo que no sean su disponibilidad para realizar una actividad útil, funcional, productiva resulta el hombre moderno, hombre sin atributos para el novelista Robert Musil, hombre unidimensional para el filósofo Herbert Marcuse, atado de pies y manos por la ¨tolerancia represiva¨. ¿Cómo entonces sorprenderse de que se considerese a sí mismo un ¨ primitivo ¨ y que buscase una imágen de sí en las mascaras africanas y oceánicas, tan genéricas como geometricas, con las que Einstein compuso la parte esencial de su historia del arte del siglo XX? ¿O que buscase esa imagen en esos graffitis callejeros, en los que la imágen de un rostro queda reducida a tres agujeros y al trazo rotundo que los delimita?
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