Boris Groys, en un pasaje de sus largas conversaciones con Thomas Knoefel - recogidas en el libro ´Política de la inmortalidad ´ - defiende una nueva versión de la tesis de la muerte del arte, que para él sería siempre un acto excepcional, del que apenas habría dos ejemplos históricos protagonizados por Diógenes, cuando se fue a vivir a un barril, y por Francisco de Asís, cuando se desnudó y abandonó para siempre la casa de sus padres. Actos excepcionales, ejemplares, porque suponían la renuncia voluntaria y desafiante al orden social establecido en defensa del derecho irreductible a separarse del mismo y vivir la vida a su manera. La tesis es discutible, pero en vez de polemizar como es debido con el romanticismo radical que subyace en la misma prefiero añadir al drástico inventario de Groys, un ejemplo adicional, el del checo Miroslav Tichý, a quién Harald Szeeman rescató del olvido - o condenó de nuevo a las galeras de la vida social - incluyendolo en una de las ediciones de la bienal de Venecia de la que fue curador.
Hasta ese momento la vida de Tichý era la de un Diógenes contemporaneo, que vivía y se resistía a socializar en Kyjov, un pueblo de Moravia que bajo el imperio del ´ socialismo realmente existente ´no podía menos que rechazar indignado que alguien se abstuviera justamente de socializar: el alfa y el omega de la estrategia del régimen. En ese largo período de su vida Tichý
hizo dos cosas completamente asociales: no quitarse nunca un abrigo que heredo de su padre, que era sastre, y al que remendaba con alambre, y fabricar con residuos y desechos, y unas cámaras fotográficas que no podían ser mas que el hazmerreir de los técnicos de sofisticada industria optica de la republica checa. Con esas cámaras rudimentarias recorría las calles y sobre todo los balnearios, donde hacía fotos en b/n de chicas en bikini y de una torpe calidad artesanal que, sin embargo, sedujeron a Szeeman hasta el punto de exponerlas en la bienal de Venecia. Y a la multitudinaria asistencia a la apertura de su exposición en Art+ Books, el espacio galeristico abierte por Helena Ochoa, la esposa del arquitecto britanico Norman Foster en un antiguo parking subterráneo de Madrid. Tichý no asistió, aunque no se si debido a su avanzada edad, tal y como informó Roman Buxbaum, el comisario de la muestra. O porque había anticipado o intuido que la inauguración iba a ser un acontecimiento de página social, con el tout Madrid enfundado en abrigos y en trajes de marca, ofreciendo un homenaje que quizás no fuera a él estrictamente, sino al poder que tan notablemente ha encarnado Sir Norman Foster y su potente arquitectura.
La intervención de Theo Firmo
Hace 13 años
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