Si algo le faltaba a esta crisis económica mundial era una imágen. Del crack de 1929 retenemos la de los ejecutivos arrojandose al vacío por las ventanas de los rascacielos. De la del 2000- preludido de la actual- la de las Twin Towers desplomándose con un estrépito inaudito que anticipaba el de del estado de guerra permanente que, de mano de Bush jr, se nos echaba encima. Pero a esta crísis - que es la más amplia y profunda entre todas las que en el mundo han sido - carecia de una imagen que tuviera las mismas proporciones épicas de las cifras multimillonarias que cuantifican el tamaño ingente de las perdidas que ha traido consigo. El incendio del rascacielos que albergaba al hotel Mandarin Oriental de Beijing (09.02.09) ha venido a remediar esa falta. Y no sólo por su intensidad, duracion y escala mayúscula, sino porque esta vez las llamas han dañado al conjunto arquitectónico más emblematico de la nueva China y han tocado, asi sea sólo de manera metafórica, al arquitecto de la misma, el holandés Rem Koolhaas. Es larga la lista de arquitectos que en ´La arquitectura y el poder ´- el magnífico libro que Deyan Sudjic ha decidado a exponer ´cómo los ricos y poderosos dan forma a nuestro mundo ´- pero entre todos ellos Rem Koolhaas ocupa sin duda un lugar excepcional. En primer lugar por su trabajo teórico, que desde ´Delirious New York ´ hasta ´Generic City ´, ha dado consistencia a su postura de que en vez de pelearse como lo había hecho en su día Jane Jacob con el dominio de la vida urbana por el gran capital, lo mejor era aliarse con este último para así tener la oportunidad de modelar las formas arquitectonicas de ese dominio. Se trata de hacer surfing con las olas monumentales causadas por los movimientos ingentes del capital - llegó a decir alguna vez. Y bien que lo ha hecho, que alli están para demostrarlo sus logros, entre los que destacan precisamente el rascacielos del Mandarín Oriental y - sobre todo - el edificio de la sede de la televisión china. La forma de este último - que es la de una pantalla de televisión de dimensiones colosales que enmarca el cielo de Beijing - es una arrolladora alegoría de la deseo de la actual dirigencia china de incorporar a su pais a un mundo globalizado. Como el humo y las cenizas que, traidas por el viento desde el Mandarin Oriental en llamas, han caido sobre su estructura aún sin terminar, lo son de la inesperada frustración de ese deseo.
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